Vivir la esperanza en tiempos difíciles

Vivir la esperanza en tiempos difíciles

“Hoy es muy fácil escribir sobre tiempos difíciles”. Así se inicia este libro salvavidas escrito por el Padre Ángel Strada en el año 2001 y que tiene la vigencia de un clásico. Lectura ideal para estos días de incertidumbre y temor en los que el desánimo amenaza con invadir todos los sectores de la vida privada, familiar y comunitaria. Nacido durante una de las peores crisis económicas y sociales de nuestro país, el libro desafía a aceptar con realismo las frustraciones de un contexto complejo y propone  una verdadera estrategia de la esperanza. Excelente selección de textos y el plus de la modalidad taller, con espacios para la reflexión y el trabajo personal.

Si todavía no lo leyeron, los invitamos a encontrarse con este libro profético y luminoso. A los que ya lo leyeron: vuelvan a ponerlo en la mesita de luz.


Autor: Departamento de Comunicación de Schoenstatt Argentina
Fuente: “Vivir la esperanza en tiempos difíciles” del P. Ángel Strada



Elogio de la esperanza

Se ha escrito un elogio de la locura, un elogio de la culpa… ¿no lo merece también la esperanza, y con mejores títulos? No pretendo escribirlo. Sólo quiero exaltarla como  la virtud imprescindible para enfrentar los desafíos de la hora actual.

No es tarea fácil vivir la esperanza en medio del “interminable malestar argentino”. No se trata de alimentar el vago sentimiento de que alguna vez las cosas van a mejorar. Tampoco se trata de asumir la actitud estoica de aguantar porque no queda otra, de apretar los dientes y seguir adelante. Si los tiempos difíciles pueden llevar a vivir a la defensiva, la esperanza hace pasar a la ofensiva. Ella no nos deja constituirnos en “profetas de calamidades” sino que nos llama a ser “centinelas de la mañana”. De Thomas Mann es la frase: “El tiempo que se pasa esperando no envejece al hombre”. Y autores medievales decían que la esperanza obra una ampliación del espíritu a cosas más grandes. Sin ella se oxidan los resortes vitales que existen en el interior de cada hombre.

Con los desafíos en la historia personal y social ocurre lo mismo que en la naturaleza: los vientos fuertes derriban algunos árboles, a otros les fortalecen las raíces. Dicho con la sabiduría de un refrán chino: mientras que algunos construyen muros para defenderse de los ventarrones, otros construyen molinos de viento para aprovecharlos. En la década del treinta, y en una Alemania postrada por la desocupación y bajo el yugo del nacionalsocialismo, el Padre Kentenich alentaba a enfrentar creadoramente las exigencias de la época: “¡Alegrémonos de vivir en este tiempo! No miremos su desorden sino meditemos lo que Dios quiere con esta situación. ¡Cuántos impulsos recibimos a través suyo! Piensen en el envejecimiento y parálisis que sufriríamos si no tuviéramos la vida, los vientos tempestuosos de la vida que nos mantienen vivos. ¡Agradezcamos de corazón!”.

La esperanza no ignora el tiempo difícil ni lo minimiza sino que lo utiliza para abrir puertas y ventanas a tiempos mejores. Porque “la esperanza es querer que el futuro exista” (Víctor Massuh), impulsa a no dejarse paralizar por un presente duro. Ella es el trampolín para saltar de la protesta a la propuesta, de la resignación a la afirmación, de la depresión a la decisión de vivir y de no conformarse con sobrevivir. “¡Si en vez de alimentar los caldos de la desesperación y de la angustia, nos volcáramos apasionados, revelando un entusiasmo por lo nuevo que exprese la confianza que el hombre puede tener en la vida, todo lo contrario de la indiferencia! Dejar de amurallarnos, anhelar un mundo humano y ya estar en camino” (Ernesto Sábato, La resistencia, Buenos Aires 2000, 145).

Gabriel Marcel afirma que la esperanza es propia del hombre y de su condición de peregrino. Ponerse en camino es anhelar la meta y decidirse a llegar, aunque implique sacrificio y cansancio. El anhelo pertenece al hecho de que somos seres en construcción, no acabados. La vida se nos regala como don maravilloso y, a la vez, como algo incompleto y fragmentario.

Los cimientos de la esperanza no están en uno mismo, no se encuentran en el pensar positivo ni en el carácter optimista de una persona. Estos son necesarios y ayudan, pero en definitiva hay que construir sobre la relación de amor que une a Dios y de la misión que de allí resulta.

El primer pilar que sustenta la esperanza es la fe viva en la acción de un Dios que es Padre bueno y siempre nos acompaña en nuestro peregrinar. Y el segundo es el amor que ponemos en recorrer el camino que nos conduce hacia Él, en compañía y al servicio de quienes peregrinan a nuestro lado. Pero la fe y el amor precisan de la esperanza para mantenerse vivos.

© Editorial Patris / Serie Cuadernos Pedagógicos / 78 págs. / 14 x 19,5cm
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La Editorial Patris Argentina acerca el pensamiento pedagógico y la espiritualidad del fundador de Schoenstatt, P. José Kentenich. Su palabra, como también la de quienes se inspiran en su carisma, es una oferta en el amplio campo de la sociedad y de la Iglesia. Los que se esfuerzan por sembrar los valores del “hombre nuevo en la nueva comunidad” encontrarán en sus publicaciones lineamientos e inspiraciones para mirar el presente y el mañana con mayor esperanza y compromiso.