Una antropología de tensión

Una antropología de tensión

La Cuaresma es una invitación a profundizar y encarnar la fe. Tiempo de radicalidad que confronta al hombre viejo que tenemos dentro con el hombre nuevo que estamos llamados a ser. El desafío es convertirnos en personas íntegras y la pedagogía del Padre Kentenich apunta a una integración que, lejos de negar o ahogar las tensiones del corazón humano, las acepte amorosamente convirtiéndolas en fuente de vida.  


Una propuesta antropológica desde Kentenich

Autor: Juan Molina*



Detrás de la pedagogía y de la espiritualidad de Schoenstatt, es posible reconocer una propuesta antropológica original que le da fundamento. Esta propuesta ya ha sido bastamente analizada y descrita. De allí que uno de los títulos que la han caracterizado puede ser la de una antropología orgánica. Es decir que ve al hombre en una unidad de elementos. De esta afirmación básica se desprenden algunas consecuencias que precisan la definición general. 

En el presente trabajo, quisiera adentrarme en una consecuencia saliente de la propuesta antropológica de Kentenich. Surge de analizar el modo en que se relacionan los diversos elementos que componen aquella unidad orgánica. Me animo a caracterizar esa relación como una relación de tensión. Es decir que hay elementos que hacen fuerzas en sentidos opuestos. Kentenich enseña que no hay que eliminar la tensión como si uno pudiera elegir uno de los polos, sino transformar esas tensiones en tensiones creativas. Dicho en otros términos: se trata de jugar con ambos polos en tensión para que desde ahí surja vida. Así, una vez reconocidas, es necesario asumir estas tensiones que se encuentran al interior del hombre como buena tarea de auto educación y gestionarlas de acuerdo con la necesidad de las diversas circunstancias. 

Sin ánimo de exhaustividad se presentan cinco de estas tensiones. Pienso en aquellas que resulta más importante tener conscientes tanto para la tarea educativa como para el trabajo personal.

Naturaleza y gracia

Recoge el principio de que “la gracia presupone la naturaleza, la eleva y la perfecciona” y establece un ideal de unión armónica, orgánica y rítmica de la naturaleza con la gracia. Nos importa aquí señalar que es una unidad de tensión: debe estar orientada hacia Dios por amor y mortificación para divinizar la naturaleza que, no pocas veces, es como si se revelara. La valoración de esta armonía, sin embargo, no nos puede hacer pasar por alto el valor de la diferencia que nos saca de nosotros mismos y nos libera de esquemas autosuficientes. 

Individuo y comunidad [1]

Se toma la imagen ideal de la Trinidad: una persona centrada en sí misma y plenamente abierta a las otras personas. Es el hombre nuevo en la nueva comunidad. A través de la educación para la personalidad y de la educación de la comunidad se asegura la relación del hombre consigo mismo y con el tú al mismo tiempo. Destacar la importancia de resguardar espacios para el cultivo de la propia personalidad en espacios de intimidad que nos libran del riesgo siempre latente de alienante masificación. De la misma manera será importante resguardar espacios de encuentro con otros que nos rescaten del individualista aislamiento engañosamente autosuficiente [2]. 

Cabeza y corazón

Desde la mirada del hombre como un ser complejo, podemos graficar otra polaridad con las imágenes de cabeza y corazón donde la primera hace referencia a la capacidad de razonar del hombre y el segundo, a la capacidad de sentir. Es esperable su desarrollo orgánico de manera tal que no se piense con el corazón ni se sienta con la cabeza. Sin embargo, no podemos pasar por alto la diferenciación que permite el complemento [3]. Otra manera de visualizar esto es identificando lo femenino y lo masculino que hay en cada ser humano recordando en ese sentido las palabras del mismo padre: “Todos somos, en alguna medida, espiritual y anímicamente, seres híbridos” [4].

Autoconocimiento y misterio

Comprendiendo que la imagen del hombre está unida a la imagen de Dios, no podemos minimizar el misterio del hombre para el propio hombre y la necesidad de la fe para encontrar su grandeza. Incluso más, el misterio del hombre se entiende desde el más allá [5]. Este misterio, sin embargo, es inteligible y Dios lo va revelando gradualmente. Hacer consciente esta perspectiva antropológica ayuda a condicionar las exigencias del autoconocimiento. En ese horizonte Catoggio sugiere que la antropología puede comenzar con la admiración silenciosa y el respeto orante ante el misterio del hombre en su miseria y grandeza.

Autoeducación y heteroeducación

La educación de sí mismo por sí mismo (o autoeducación) es uno de los elementos fundamentales de Kentenich desde la presentación de su programa. Sin embargo, también hay que concederle cierta importancia a la educación que viene de afuera (o heteroeducación): de la comunidad (especialmente de los superiores o formadores en las comunidades religiosas o educativas), de Dios y de todas las relaciones. En esta tensión, nos ilumina saber que toda forma de educación en realidad está al servicio de la autoeducación por reconocer: “el hombre tiene la posibilidad de tomar el desarrollo de sí mismo en sus propias manos”.

Las tensiones meramente señaladas aquí desafían al hombre a encontrar un núcleo de unidad, de integración. Allí donde se experimente uno, en originalidad, en autenticidad. Kentenich lo simboliza con el corazón como su centro afectivo o gemüt. Es lo que une a lo animal con el ángel. Ahí se encuentran los afectos, los sentimientos, las emociones: “es el conjunto de todas las fuerzas anímicas y espirituales que en el individuo convergen en un orden y una configuración única”


* Juan Molina es seminarista del Instituto de los Padres de Schoenstatt 


[1]  La profundización en esta polaridad está siendo mi tema de estudio en el corriente seminario del padre Kentenich en el colegio mayor.

[2]  Junto a esta polaridad también podríamos desarrollar la relación entre libertad y vínculos Se basa en la premisa de “normas las mínimas, libertad cuanto sea posible y ante todo un cultivo del espíritu”. Libertad en cuanto sea posible y sobre todo el cultivo del espíritu es llenar de sentido todo lo que me está normando y parece ir en contra de la libertad. Cuando eso es posible, la vinculación y la libertad se unen. Esto tiene un juego de fuerzas con la vinculación. La libertad es una de las fibras personales de Kentenich y principio fundamental de su pedagogía y carisma: “Les confieso que desde mi infancia mi orientación personal fundamental fue la libertad”.

[3]  En directa consonancia con esto podríamos detenernos en analizar la relación entre cuerpo y alma. Aunque en realidad es más propio hablar de tres dimensiones: cuerpo, alma y espíritu. Son como tres capas: del cuerpo, del espíritu y del alma. El espíritu tiene que ver más con lo racional, con lo que te hace crecer espiritualmente. El alma son más los sentimientos, lo que lleva adentro. Lo físico es el cuerpo. Lo que une estas tres cosas es el núcleo de la personalidad. Estas tres capas o dimensiones conforman el núcleo de la personalidad. Nuevamente es necesario entenderlos unidos, pero no tenerlos confundidos.

[4] Parte de este tema ha sido profundizado por mí en ocasión de la Jornada del Padre sobre sexualidad desarrollado en febrero de 2019 en el Colegio Mayor. Ver: “Claves para una nueva masculinidad”.

[5] Parte de este tema ha sido profundizado por mí en ocasión de la Jornada del Padre sobre sexualidad desarrollado en febrero de 2019 en el Colegio Mayor. Ver: “Claves para una nueva masculinidad”.