Inauguración de las obras de construcción del Santuario de Corrientes

Inauguración de las obras de construcción del Santuario de Corrientes

Homilía en la Misa con ocasión de la inauguración de las obras de construcción del Santuario de Schoenstatt de Corrientes, el 18 de octubre de 2020

Autor: Andrés Stanovnik OFMCap, Arzobispo de Corrientes.


Hoy coinciden dos fechas fundacionales, ambas vinculadas a sus respectivos santuarios de Schoenstatt: la primera se refiere al 18 de octubre del año 1914 y ocurrió en Alemania; la otra fecha sucede hoy aquí en la ciudad de Corrientes. Entre una y otra hay una fecunda siembra de santuarios marianos con la impronta schoenstattiana en todo el mundo. En esta jornada hay también una providencial coincidencia de acontecimientos marianos: este santuario filial de la Mater se está fundando hoy en el contexto del Año Mariano Nacional y, para terminar de sorprendernos, hoy es también el Día de la Madre. Esta enorme riqueza
espiritual se nos presenta como gracia, para vivirla intensamente abriendo surcos nuevos en el duro y áspero suelo de la pandemia.

Todo lo que acabamos de señalar se ilumina y adquiere pleno sentido con la Palabra de Dios. Todo: el santuario; la alianza de amor que van a realizar tres jóvenes en unos instantes más; la Mater, la tierra de María, el hogar, necesitan siempre de la Palabra para sostenerse como tesoros que obren milagros de gracia. Por eso, detengámonos en la Palabra que acabamos de proclamar.

En la primera lectura (cf. Is 45,1.4-6) vemos cómo Dios toma de la mano derecha a Ciro, un rey persa de medidos del siglo V a. C., un hombre poderoso, no creyente, y un gobernante que hacía buen uso de su poder. Eso fue suficiente para que Dios lo tomara de la mano y llevara a cabo su obra de salvación. En la alianza que Dios establece con ese hombre de buena voluntad, el poder se convierte en servicio, y la gracia fluye libre y creativa para el bien de todos. El fruto de una alianza de amor transforma profundamente a las personas, comunidades y pueblos, los hace más libres, más justos, más abiertos y más felices.

También en la lectura de la carta de San Pablo a los cristianos de Tesalónica (cf 1,1-5b), el Apóstol les recuerda que fueron elegidos, podríamos decir que fueron tomados de la mano como Ciro, para que la palabra que llegó hasta ellos pudiera manifestarse con el poder del Espíritu Santo y con toda clase de gracias. En esa alianza de amor, se nos recuerda una vez más que es Dios quien actúa para que su Reino llegue a todos. La alianza que Dios establece es siempre una alianza misionera, jamás se cierra sobre sí misma, incluye e integra a todos, sin excepción, porque es un Dios que hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos y pecadores (cf Mt 5,45).

En el evangelio de hoy aparece Jesús ante el dilema de dos autoridades: la de Dios y la el César (Mt 22,15-21). Jesús evita la trampa que le tienden con un mensaje superador: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pero no de cualquier manera sino lo que le corresponde a cada cual, para ejercer la autoridad con autonomía y libertad, y con vistas al bien de todos. Una verdadera alianza de amor hace a los hombres más libres y autónomos y, como consecuencia, más capaces para entregarse plenamente, sin sometimientos ni dominios. Por eso, un santuario debe ser siempre un lugar donde renovamos la fe, celebramos la alianza, y nos comprometemos a poner nuestros talentos para bien de los demás.

En esta crisis global en la que nos sumergió la pandemia del COVID-19 y puso en evidencia tantas otras pandemias, que nos degradan como seres humanos y debilitan la dimensión comunitaria de la existencia, sea en el ámbito familiar como comunitario, el santuario, como lugar donde se celebra la alianza de amor con la Virgen Madre, adquiere un verdadero tono profético. La madre es la que convoca a sus hijos y a sus hijas, porque es aquella que conserva la memoria viva de la vida, como nos recuerda el evangelista de María, que conservaba esas cosas en su corazón (cf. Lc 2,51).

Que este pequeño santuario impacte con la potencia de su gracia sobre los santuarios vivos que son las personas, las familias, las comunidades y los pueblos. Que cada alianza de amor que se celebre aquí o se renueve con las visitas frecuentes a este lugar, experimente la tierna y firme mano derecha de Dios, nuestro Padre y Creador, y se deje conducir dócilmente por el Espíritu Santo como lo hizo María, la tres veces admirable: por su fe, su esperanza y su caridad. Quienes trabajan solícitamente en la edificación del santuario vivo, ya sea en la santidad de su propia vida, ya sea en el servicio pastoral o caritativo en la comunidad eclesial, obtendrán como premio del Salvador y don del cielo, al mismo Cristo, que es la paz de todos, por medio de quien tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu, nos dice san Cirilo de
Alejandría a principios del siglo V (cf. LH, t. IV, p. 400).

Estamos en el santuario de la Mater, como la llaman familiarmente en el movimiento. Dejémosla ser madre con las manos libres para que reine en nuestras vidas. El único deseo de esta reina victoriosa es conducirnos a los pies de su Hijo Jesús, para que también nosotros, como ella, experimentemos la victoria en tantas situaciones difíciles por las que estamos atravesando. Aprendamos en la escuela de esta Reina y Madre el camino humilde de crear lazos de amistad con todos; a cuidarnos y cuidar a los más pobres, débiles y despreciados de la sociedad; a estar dispuestos a pedir perdón y a perdonar siempre las ofensas, agravios o injusticias; a ser justos y misericordiosos con todos; y de profesar un profundo respeto a la
sacralidad de la vida en todas sus expresiones, especialmente allí donde se manifiesta más frágil y amenazada de muerte. Dónde, si no es en la escuela de esta Madre, vamos a aprender a amar a Dios Padre, caminar de la mano con Dios Hijo y sentirnos animados por Dios Espíritu Santo, para encontrarnos entre nosotros y embellecer el lugar que habitamos, peregrinando juntos al encuentro definitivo del santuario celeste donde la alianza de amor culmina gloriosamente.

Nos encomendamos a la segura protección de la bienaventurada Virgen María y colocamos en sus manos la construcción de este santuario filial, a las tres jóvenes que han realizado su alianza de amor, y, especialmente, a todas las madres en su día, para que todos seamos santuarios vivos, testigos gozosos y alegres del amor que experimentamos con la gracia de la alianza en este santuario.

†Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes