María nos regala transformación interior

María nos regala transformación interior

Autora: Sofía Bertrán – Familia de la Providencia Santuario La Loma

Desde el Santuario de La Loma, Paraná, Entre Ríos, como familia de la Providencia, estamos caminando hacia los 50 años de la bendición de nuestro Santuario.

Para nosotros, son 50 años de garantía de la presencia de nuestra Madre abrazando a su Hijo, nuestro Salvador, en nuestro terruño. 50 años de María siendo para nosotros puente hacia el Cielo, hecho de barro y fuego. 50 años de tanta gracia y amor.

Todo schoenstattiano sabe el regalo de Dios INMENSO que es un Santuario en su tierra (o cerquita de su tierra, de donde vivimos). Para nosotros, los paranaenses, este trienio es un “hacer conciencia”, vivir desde nuestro corazón (personal y familiar) y preparar el nido del ser, del alma, de la historia para esta gracia de tener en María y en nuestro terruño “un cruce de miradas eterno”, un ancla a los brazos de Dios en todo tiempo. Para toda la vida, para siempre, hasta el final.

Yo no puedo sentirme más afortunada por ser parte de esta familia y por tener esta casa, este hogar, que como todo Santuario en el mundo, es cobijo, es transformación interior, y es envío apostólico. No puedo sentirme más bendecida como hija de este Santuario. ¡Aquí María me abrazó, me transformó, me envió a mí también! Y por eso estoy escribiéndoles en este momento.

¡Los esperamos a todos en nuestro Santuario, María siempre espera de brazos abiertos en esta tierra!

La gracia de la transformación

En el primer año del trienio reflexionamos sobre el cobijamiento que nos regala nuestra Madre. Y hoy vengo a traerles un compartir sobre la gracia de la transformación ifnterior que experimentamos quienes peregrinamos y habitamos en el Santuario.

Es precisamente el cobijamiento el que permite la transformación. Es quien se reconoce y se experimenta amado, “cobijado”, abrazado por el amor, la comprensión, la misericordia, la verdad y la ternura, quien vive “el milagro del cambio, de la transformación” que genera en uno el amor.

Cuando hablamos de transformación, hablamos de cambio.

¿Pero qué cambia María junto a su hijo? Precisamente, nuestro interior. Nuestra vida entera. Porque los cambios más profundos van desde adentro hacia fuera. Por ello decimos que recibimos una transformación interior: porque Dios quiere renovarnos por completo. Y para ello, debe empezar por el interior.

Y ¿por qué necesitamos una transformación interior? ¿Por qué María ofrece y obra en nosotros esta gracia desde el Santuario? Ella es Madre. Ella sabe lo que anhelan sus hijos y lo que necesitan para concretar y realizar esos anhelos tan profundos.

Quiero decir, antes de seguir, que cada uno de nosotros está bien hecho. Dios vio lo que había creado, y “vio que era muy bueno”, nos relata el Génesis.

Cada uno de nosotros, creado a imagen y semejanza de Dios, está bien hecho. Venimos de su mano amorosa y providente. Venimos de las manos de un Dios que es bueno.

Ahora bien, sabemos que después del primer pecado, si bien nuestra naturaleza caída y herida fue sanada, restaurada, elevada nuevamente por Cristo y su gracia; quedamos inclinados al mal, y necesitamos de la sanación del Señor, una y otra vez. Él es el médico que vino por los enfermos (Mc 2, 17).

El Señor nos dice que es “de adentro, del corazón de los hombres, de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez… Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mc. 7, 21). Por eso necesitamos de la gracia de Dios, una y otra vez, durante toda nuestra vida. La gracia viene a renovarnos, a cambiar ese corazón y a inclinarlo hacia Dios, hacia la comunión con Él, que nos da la gracia de elegir lo mas perfecto, lo mejor, nos regala la verdadera libertad.

Dios es fiel a sus promesas. Jamás  nos miente. Nos dijo, y nos dice en su palabra: “yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11, 19).

¿Cómo no va a transformarnos María el corazón, si Ella está siempre unida a quién es la fuente de la vida, la fuente del amor? ¿Si María es puente al Cielo, y Jesús nos dice “sin Él nada podemos hacer” pero con Él, Todo (“Todo lo puedo en quien me fortalece”)?

“Aquí tienes a tu Madre” le dijo Jesús a Juan en la Cruz.

El Padre Kentenich sabía bien que la crisis de nuestro tiempo, el vacío de sentido, el vacío existencial, requiere de santos que ofrezcan sus vidas y muestren y lleven a Dios: así como María portó a Cristo para el mundo. El padre Kentenich sabía bien que Ella es la gran intercesora, y que Jesús no se resiste jamás a la obediencia, pequeñez y amor de su Madre.

El Padre Kentenich sabía bien que por medio de Maria, Cristo podría transformar nuestro interior necesitado de su presencia, con inmediata eficacia.

Querido Padre, gracias por habernos regalado semejante Madre.

Querido Jesús, gracias por no cansarte de transformarnos, una y otra vez, para poder vivir en comunión con Vos y nuestros hermanos.

Querida Madre, ¡Gracias por interceder por nosotros, llenándonos de gracias!

Muy especialmente, gracias por obrar una y otra vez el milagro de nuestra transformación interior.

Queremos estar dispuestos, queremos decir que sí, como Cristo dijo que sí al Padre.

Queremos llegar a los 50 años de la bendición de nuestro Santuario siendo los Santos que nuestro tiempo necesita. Ayudanos a desear siempre más la gracia transformadora que nos regalás en el Santuario.

Fidelidad a la misión sea nuestro agradecimiento, por tus innumerables dones.

Amén.