María, nuestra Madre y Educadora

María, nuestra Madre y Educadora

Pocos movimientos de la Iglesia son tan conocidos por su cuño mariano como Schoenstatt. Su primera proclama fue: “Queremos educarnos bajo la protección de María para ser personalidades libres, firmes y apostólicas”. Y pocas semanas antes de su muerte, el Fundador de Schoenstatt escribió su última consigna: “Alegres por la esperanza y seguros de la victoria, vamos con María hacia los tiempos más nuevos”.

Pero no hay que confundirse: el Movimiento se distancia de todo marianismo alienante. Muy por el contrario, se preocupa de superar los peligros que pueden surgir de un amor a María no del todo maduro, teniendo en cuenta que éstos pueden ser:

  • Ignorar el lugar que María tiene en el Plan de Salvación.
  • Oponer el amor a María con el amor a Jesucristo.
  • Cultivar una mera devoción, pero “descarnada” y sin compromiso histórico.
  • Recurrir a la Virgen solo en casos de apuro y necesidad.
  • Creer que lo central de la devoción a María son sus apariciones extraordinarias o los fenómenos privados, descuidando su acción en la vida cotidiana, en las enseñanzas evangélicas o en el Magisterio de la Iglesia.

María es ciertamente “el camino más rápido, más seguro y más corto para llegar a Jesucristo”. Así lo enseñaron los Papas, mostrando la experiencia del pueblo de Dios. Cristo, después de darnos su Palabra, su Cuerpo y su Sangre, quiso regalarnos a la Virgen. Sus palabras desde la cruz determinaron una misión: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Ella debía ser, a partir de ese momento, la modeladora de esas vidas para que el Espíritu pudiera producir muchos frutos en ellos y por ellos. Así María, la Madre del Señor, era llamada a convertirse en Madre de la Iglesia y de los discípulos del Señor.

También hoy, en cada bautizado, Jesús le vuelve a decir a la Virgen: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” y Ella, como entonces, toma esta tarea con amor y fidelidad de madre. María quiere lo mejor para los hombres, tiene un amor personal y de predilección por cada uno, conoce sus anhelos y se ocupa de sus necesidades. Los cuida del mal, los educa y los alienta para que escuchen y sigan al Señor: “Hagan lo que Él les diga”. Pero también hoy Jesús nos anuncia a nosotros: “Ahí tienes a tu Madre”; es decir, nos invita a vivir profundamente unidos a Ella, confiando plenamente en su poder de Reina, Educadora y Madre.

Esta entrega mutua de María a sus hijos y de éstos a su Madre, se denomina en Schoenstatt “Alianza de Amor”. Por esta Alianza, que se sella en los Santuarios de la Madre tres veces Admirable, la Sma. Virgen quiere ayudar a su aliado a vivir la Alianza bautismal en plenitud. Por la Alianza de Amor, María se compromete a cobijar a sus hijos, a educarlos como hombres nuevos, según el ejemplo de Cristo y a enviarlos como apóstoles. Quien se le consagra, se esforzará por cumplir sus deberes de estado, su compromiso cristiano y hacer el bien a sus hermanos. Caminar con María hacia Jesús y con Él hacia los tiempos más nuevos. Pero siempre, como decía el Padre Kentenich, “alegres por la esperanza y seguros de la victoria”.