La pedagogía de Schoenstatt

La pedagogía de Schoenstatt

 

Como Movimiento de educación, Schoenstatt tiene su propia pedagogía, gestada en el alma del Padre Kentenich como una síntesis creadora de las ricas experiencias de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Es una pedagogía basada en tres principios fundamentales:

  • El orden de ser determina el orden de actuar

El orden de ser objetivo, tanto natural como sobrenatural, que Dios ha impreso en la creatura, debe ser norma y directriz constante de toda práctica pedagógica.

  • La gracia no suplanta sino que presupone, sana, eleva y perfecciona la naturaleza

El auténtico humanismo armoniza lo humano con la acción gratuita de Dios y sabe conjugar el impulso natural del hombre con el impulso de la vida sobrenatural que Dios ha infundido en su ser.

  • El amor es la ley fundamental y universal del mundo

Por eso también debe ser la ley fundamental de nuestra vida y de nuestro actuar pedagógico. El educador debe actuar en todo (así como lo hace Dios) por, para y con amor.

Esta pedagogía puede analizarse desde diversos ángulos. De acuerdo a ellos se destacan sus rasgos más característicos:   

  • En relación a la META, es una pedagogía de ideales  

La meta es el “hombre nuevo en la comunidad nueva”: es el hombre libre, solidario, creador de historia y filial ante Dios. Cada persona y grupo social –por ejemplo, la familia– tiene una razón de ser: su “ideal personal” e “ideal comunitario”. Es posible conocer este proyecto de vida, formularlo y vivirlo día a día.

  •  En relación a los MEDIOS, una pedagogía de vínculos y vinculaciones 

El vínculo es una relación creadora, duradera y afectiva, que influye en la vida y ayuda a la persona y a la comunidad en su crecimiento. En Schoenstatt se cultivan los vínculos personales: a Dios y a las personas, en las diversas dimensiones. Conocemos también los vínculos a valores: ideas fuerzas que movilizan a la persona y la orientan al bien personal, social y trascendente. Cultivamos, además, los vínculos a lugares, espacios que regalan pertenencia y dan sostén. Todo vínculo es sanador porque brinda equilibrio espiritual, físico y religioso.

  • En relación a las FUERZAS que generan el proceso pedagógico, una pedagogía de Alianza   

Una Alianza es una relación de amor. En ella el hombre aporte lo suyo: la educación de sí mismo, su conocimiento, conquista y proyección personal. Dios, a su vez, aporta su gracia, fortaleza y luz en el camino. Según el principio tomista, complementado por el P. Kentenich, “la gracia presupone la naturaleza, pero también la eleva, perfecciona y sana”. La expresión “Nada sin ti, nada sin nosotros” expresa esta relación bilateral.

En la sinergia de lo humano-divino se halla la persona de María, que Schoenstatt considera como el caso preclaro de lo plenamente humano, la plenamente redimida por la gracia de Jesucristo. Lugares de encuentro de la Alianza son especialmente los Santuarios que, según la tradición, cobijan, transforman y motivan al apostolado. 

  • En relación al EDUCADOR, acentuamos la pedagogía de confianza, libertad y amor   

La confianza es creer en lo bueno del otro, su anhelo oculto y perceptible de crecer hacia el bien. Se basa en una visión positiva del hombre que, sin desconocer el pecado original, apuesta al poder redentor de Jesucristo.

La libertad es la manera de ayudar al educando a que sepa decidirse por sí mismo, sea coherente con esa decisión y supere las esclavitudes que le impiden crecer: traumas del ayer, sentimientos de culpa, debilidades no asumidas, etc.

El amor es servicio desinteresado a la vida del otro. Todo educador debe entender su labor como “paternidad-maternidad espiritual”, que alienta y estimula a lo mejor. Esta es la dimensión más exigente de la pedagogía kentenijiana.

  • Desde el punto de vista del PROCESO, una pedagogía de movimiento orgánico

Se trata de adaptarse a las necesidades y perspectivas de interés del educando y de las personas. Esto acerca y permite un intercambio de vida rico y enriquecedor. Como todo proceso humano, el crecimiento es orgánico. Es decir,

  • Es lento: precisa tiempo y exige paciencia, como todo proceso de maduración.
  • Es de adentro hacia fuera: porque va desarrollándose desde lo interior.
  • Parte de una totalidad orgánica germinal y se orienta hacia una totalidad orgánica global. Así como en el óvulo fecundado ya está de alguna forma toda la persona, así en todo proceso pedagógico debe tenerse la totalidad, aunque se acentúe una de las partes.
  • El crecimiento orgánico es rítmico: conoce también cambios bruscos y crisis. También en la naturaleza hay cambios de estaciones, y en la persona, procesos de madurez que van acompañados de crisis: niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez. El educador debe estar muy atento a estos cambios y acompañarlos.