PADRE FRANZ REINISCH

PADRE FRANZ REINISCH

1.2.1903 – 21.8.1942

 

Ideal personal: Apóstol de Schoenstatt en vida y en muerte

Apertura de su proceso de beatificación: 28.5.2013

 

Temperamento indómito

Nacido en Austria, de niño, Franz Reinisch quería ser sacerdote, pero pronto desistió de ello. La sangre ardiente y ligera que corría por sus venas tenía que afluir a su exterior. La superficialidad y el espíritu mundano lo dominaron, pero es interesante constatar cómo, a pesar de ello, no se extinguieron totalmente su amor a la Virgen y a Jesús Sacramentado. Sobre esta base, Dios empezó de nuevo a atar sus hilos.

Estudiaba Derecho cuando, en 1923, durante un retiro espiritual, un sacerdote jesuita lo ayudó a poner fin a su modo de encarar la vida. Más tarde vio con claridad que Dios lo llamaba a ser sacerdote. En 1928 recibió la ordenación sacerdotal. En las vacaciones siguientes hizo una peregrinación a Lourdes. La Sma. Virgen fue conduciendo su vida y lo encaminó hacia una comunidad religiosa marcadamente mariana: los Padres Palotinos. A partir de ese momento, la Sma. Virgen ya no lo soltaría de su mano.

Fidelidad de María

Durante el noviciado fue un proceso difícil para él dejar de fumar. Después de solo tres semanas en el noviciado, planeó huir. Una tarde planeó escapar saltando el paredón. Sin embargo, cuando pasó por la Gruta de Lourdes que había en el jardín, no pudo continuar. Luego dijo que era como si alguien lo hubiera abrazado. Este acontecimiento fue un momento importante en su desarrollo personal. 

Durante sus primeros años de sacerdocio, fue trasladado muchas veces de un puesto a otro. Su temperamento indómito y su porfía tirolesa hacían imposible que pudiera permanecer mucho tiempo en un mismo lugar.

Ave Imperatrix, morituri te salutant!

Otro momento decisivo de su vida fue cuando, en 1934, participó en la celebración en que fueron trasladados desde Francia a Schoenstatt los restos de los congregantes héroes de la generación fundadora de Schoenstatt Max Brunner y Juan Wormer, caídos en la Primera Guerra Mundial. Desde entonces quedaron vibrando en su corazón las entusiastas palabras que Max Brunner le dirigiera a la Madre tres veces Admirable en el tiempo de fundación de Schoenstatt: Ave Imperatrix, morituri te salutant! ¡Salve, Emperatriz, los que están dispuestos a morir por Ti te saludan! En su interior se grabó para siempre el pensamiento:

“Por Schoenstatt soy capaz de todo.”

Hacia el final de su vida confesó: “Schoenstatt llegó a ser para mí el lugar de los ideales más elevados y, a la vez, el lugar de mis sufrimientos más dolorosos a causa de mis fallas.”

Desde entonces, su vida corrió hacia su meta con inconcebible rapidez.

Mártir de la conciencia libre

En la época en que en Alemania tenía el poder el nacionalsocialismo, en sus discursos abordó abiertamente la incompatibilidad del cristianismo con las ideas del régimen nazi. Esto le acarreó, en 1940, la prohibición de predicar.

En 1942 fue llamado a alistarse en el Ejército. Por razones de conciencia se negó a prestar juramento de lealtad a Hitler, acto que se incluía en la jura de bandera. Esta negación acarrearía graves consecuencias. Aunque muchos trataron de convencerlo de lo contrario, el Padre José Kentenich, que en ese momento estaba en el campo de concentración de Dachau, lo fortaleció para que se decidiera según su conciencia. La conciencia debe ser la norma de todas nuestras acciones.

A varios meses de prisión, le siguió el juicio y la condena a muerte. La Sma. Virgen no lo abandonó en esas circunstancias y, en medio de las luchas interiores del P. Reinisch, le dio señales de su poder y de su bondad. Envió a su celda a un sacerdote diocesano schoenstattiano, que era el capellán de la cárcel. Por los apuntes de este capellán sobre sus conversaciones con el P. Reinisch, conocemos la seriedad con que luchó por la santidad en aquellos días.

Una oración que escribió el P. Reinisch expresa su actitud interior en sus últimos días, antes de ser decapitado el 21 de agosto de 1942:

“Tú eres el Signo grandioso
lleno de luz y de sol,
todo encendido e inundado
por el amor de Dios.
María, Virgen pura,
enciende todo mi ser
en tu pequeño Santuario,
como una llama de amor.

Como una rosa doliente,
silente junto a la cruz,
dices tu sí al sacrificio
pues Dios lo quiere de Ti.
También hoy llama el Padre
héroes para la misión;
aquí me tienes, Madre,
como una ofrenda de amor.

Reina de todos los mundos,
vence la tempestad,
mata el engendro del diablo,
Tú, Vencedora real.
Hazme un apóstol de Schoesntatt,
cual caballero estaré
y moriré sonriendo,
querida MTA.”

Ya  Pío XII elogió al P. Reinisch como “mártir de la conciencia cristiana” por su fidelidad  a su conciencia.