HERMANA M. EMILIE ENGEL

HERMANA M. EMILIE ENGEL

6.2.1893 – 20.11.1955

 

Apertura de su proceso de beatificación: 12.10.1999

Declaración de sus virtudes heroicas por el Papa Benedicto XVI: 10.5.2012

 Alabada sea la Divina Providencia en mi vida. ¡Glorificada sea la Misericordia de Dios y de la Santísima Virgen! …Por toda la eternidad quiero entonar un canto de alabanza al misericordioso amor paternal y maternal y quiero ser una ofrenda de alabanza a la Misericordia.” (De su testamento espiritual)

 

Nacida en el seno de una familia alemana de doce hijos, sus padres infundieron en la vida de Emilie grandes valores: profunda religiosidad, apertura para los valores espirituales, resolución de carácter, transparencia. Pero junto a ello creció también en la niña una cierta predisposición a la angustia. Temía ofender a Dios y esto era como una sombra que se proyectaba sobre su mundo interior. A esto contribuyó la enseñanza religiosa de su época que mostraba la imagen de un Dios muy severo, lo que acentuó en la niña la falta de libertad interior y las coacciones interiores.

Emilie fue maestra y ejerció esta profesión con mucho amor. Se dedicó especialmente a los niños pobres. La Providencia hizo que tomara contacto con Schoenstatt. Allí descubrió un mundo nuevo, cuya misión –la configuración mariana del mundo en Cristo– captó lo más profundo de su ser.

Entrega por la nueva comunidad

En 1926 se puso a disposición del Padre José Kentenich, para la fundación de la Comunidad de las Hermanas de María de Schoenstatt. Emilie se regaló a sí misma, ofreciéndose a Dios como una ofrenda de amor, por la fecundidad de esta nueva Familia.

Dios aceptó este ofrecimiento. Ella pudo darse por entero a esta joven comunidad como maestra de Novicias y de Terciado; más tarde como Superiora Provincial y Consejera General y sobre todo, como una Hermana que había ofrecido su propia vida a Dios como holocausto. 

Enfermedad de cuerpo y alma

En 1935 la Hna. M. Emilie se enfermó gravemente de tuberculosis y tuvo que dejar Schoenstatt, su hogar. Tuvo que pasar mucho tiempo en hospitales, clínicas y sanatorios soportando dolorosas operaciones. Pero a pesar de todo, no recuperó su salud. Una larga y creciente parálisis la postró en la silla de ruedas. Llegó a estar tan desvalida co­mo un niño. Hacia el final de su vida, ni siquiera podía hablar.

Pero más doloroso que el sufrimiento cor­poral tiene que haber sido el dolor de su alma, el miedo, que amenazaba con paralizar sus capa­ci­dades, la fuerza de su amor, su vida entera. Sin embargo, desde que ingresó a Schoenstatt, lenta­mente se produjo un cambio en su vida.

Ella escribió, mirando retrospectivamente: “Yo no sabía que la Santísima Virgen me había traído a este lugar de gracias para ayudarme a salir de las grandes angustias del alma, por las que yo le había suplicado ayuda tantas veces”.

Heroína de la confianza

Su vida con María llegó a ser una vida en María. La Hna. M. Emilie fue su reflejo, una pequeña María. Su entrega sin límites a la Madre de Dios, quien en su vida tampoco fue liberada de temores y sufrimientos, la liberó de sus angustias. La seguridad de ser amada, conducida y formada por Ella, la salvó de su miedo.

El Padre Kentenich la guió espiritualmente por este camino de liberación. Él fue quien, según los planes de Dios, le abrió las puertas de la cárcel del miedo y le mostró la imagen de Dios Padre misericordioso. Él mismo fue para ella un transparente del Padre Eterno. La condujo a un profundo cobijamiento en la Alianza de Amor con la Virgen y le reveló la realidad de la sabia y bondadosa Providencia de Dios. Las palabras que él le dirigió, se transformaron en su camino de vida:

“Cuanto más profundamente experimente su desvalimiento y sufra a causa de él, tanto más confiadamente debería arrojarse a los brazos paternales de Dios y a los brazos de la Virgen y esforzarse por transformarse en una heroína de la confianza.” (P. José Kentenich)

La Hna. M. Emilie se transformó en una persona confiada, libre y alegre cuyo rostro irradiaba luminosidad.

Vivir de la Divina Providencia

Lo que le permitió saltar desde su miedo y desasosiego interior al corazón paternal de Dios fue la fe en que Dios es Padre, Dios es Misericordia. Pudo experimentar la fe en la Providencia como el camino de salvación. Aprendió a vivir en diálogo con el Dios de la Providencia que le hablaba a cada momento, tanto por medio de las personas como en las cosas y en los acontecimientos. En ella se confirmó lo que enseñaba el Padre Kentenich: una profunda fe en la Providencia es el medio privilegiado contra la angustia; la carencia de fe en la Providencia es la gran enfermedad del tiempo actual.

Cuanto más difícil se hacía su vida, tanto más descansaba en Dios. Se dejaba amar por Él sin miedo y le entregaba siempre su “Sí, Padre”, como respuesta de amor.

Dios utilizó sus límites para llevarla a la santidad, los eligió como una puerta de acceso para la irrupción de su gracia.

Después de la muerte de la Hna. M. Emilie, el Padre Kentenich expresó:

“Su misión consiste en liberar a los hombres de sus miedos y angustias y cobijarlos en el corazón paternal de Dios.” (P. José Kentenich)

Biografía:

  • Mi sí es para siempre – Margareta Wolff

Novenas:

  • M. Emilie Engel. Misión para los hombres de hoy
  • M. Emilie Engel. Una luz para muchos. Vivir de la fe en la Providencia
  • Dios es Padre, Dios es bueno

Secretariado de la Hna. M. Emilie, para pedir material o comunicar la ayuda recibida por su intercesión: hermanaemilie@nuevoschoenstatt.org.ar