BEATO CARLOS LEISNER

BEATO CARLOS LEISNER

28.2.1915 – 12.8.1945

 

Beatificado por el Papa Juan Pablo II: 23.6.1996

 

Su gran apostolado: la juventud católica

Carlos Leisner nació en Alemania en 1915 y creció en la ciudad de Cléveris. Ingresó al seminario de Münster cuando tenía 19 años. Ya desde su adolescencia se había unido al Movimiento Apostólico de Schoenstatt, al que perteneció hasta su muerte.

Su gran apostolado fue la juventud católica de la diócesis, de la cual fue jefe y por la cual se consagró por entero. En el lenguaje del Movimiento, Carlos ejerció su apostolado “en el sentido de Schoenstatt” y no “para Schoenstatt”, es decir, no vivió “para” Schoenstatt sino “desde” Schoenstatt para el gran movimiento juvenil católico.

Durante su estudio, el obispo de Münster le asignó el cargo de director de la juventud diocesana, a la que se entregó con todas sus fuerzas.  La Gestapo, policía secreta nazi, lo observaba…

Cárcel y campo de concentración

En 1939 fue ordenado diácono, pero enfermó de tuberculosis y tuvo que ser internado en un hospital. En noviembre de ese mismo año fue arrestado por la Gestapo porque un compañero lo delató por criticar a Hitler. Vivió los días de prisión como “lecciones privadas del buen Dios”. Esos días rezó una novena a la Madre tres veces Admirable, pidiendo “un desprendimiento por amor de todas las cosas, como sacrificio total, holocausto por la juventud, por Alemania y por el Reino de Dios.”

Luego fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen hasta que, en diciembre de 1941, fue deportado al campo de concentración de Dachau.

Las duras condiciones de vida del campo de concentración hicieron que empeorara su salud. Sin embargo, el joven nunca perdió la alegría. Era capaz de entusiasmar y atraer a otros y animaba a los prisioneros tocando la guitarra que sus amigos lograron enviarle.

Sacerdote de un Misa

Debido a que la tuberculosis lo debilitaba cada vez más, sentía que se reducían las posibilidades de ser ordenado sacerdote. Pero en pleno campo de concentración sucede algo inédito: el 17 de diciembre de 1944, en el bloque 26, a escondidas y con gran peligro para todos los participantes, el gravemente enfermo diácono, Carlos Leisner, es ordenado sacerdote por el Obispo Gabriel Piguet, recluso francés.

El joven diácono llevaba el alba sobre el uniforme a rayas que usaban los prisioneros. Incluso algunos de los ornamentos del Obispo como la casulla, la mitra y el báculo fueron elaborados por los mismos sacerdotes prisioneros.

La ordenación de Carlos Leisner también motivó varios gestos de solidaridad de parte de protestantes y judíos. Un grupo de pastores ayudó a organizar la ceremonia y un violinista judío se ofreció a tocar cerca de la capilla para distraer a los guardias.

El P. Leisner celebró su primera y única Misa el 26 de diciembre de 1944 debido a que su salud se agravó. Fue liberado del campo de concentración el 4 de mayo de 1945.

En ese entonces su enfermedad, a causa de los padecimientos en el campo de concentración, estaba en la fase final, y pasó las últimas semanas de su vida en un hospital en Munich, donde falleció rodeado de su familia el 12 de agosto de ese mismo año.

Bendice también a mis enemigos

Las últimas palabras que escribió en su diario fueron: “¡Bendice, oh Altísimo, también a mis enemigos!”

Carlos Leisner quería luchar y trabajar con todas sus fuerzas por la juventud y por el Reino de Dios, pero comprendió que, como sacerdote, por sobre todo debía ofrecer y ofrecerse en sacrificio, como “holocausto” por “la juventud, la patria y el Reino de Dios” (14.9.1939). Que su misión era “amor y expiación”, “entrega total”. Que vivir por la juventud, con todas sus consecuencias, implica morir por ella. Que para regalar a otros vida en abundancia hay que entregar la propia vida. Y así lo hizo.

El 23 de junio de 1996 Carlos Leisner fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, quién en parte de su homilía señaló:

“La prueba de un seguimiento auténtico de Cristo no consiste en las alabanzas del mundo, sino en dar testimonio fiel de Cristo Jesús. El Señor no pide a sus discípulos una confesión de compromiso con el mundo, sino una confesión de fe, que esté dispuesta incluso a ofrecerse en sacrificio. Carlos Leisner dio testimonio de esto no solo con palabras, sino también con su vida y su muerte: en un mundo que se había vuelto inhumano.” (San Juan Pablo II)

Biografía:

Carlos Leisner. Sacerdote y mártir. Cristo, mi pasión – P. Juan Pablo Catoggio. Editorial Patris