Santuarizar para salvar el planeta

Santuarizar para salvar el planeta

Autor: Padre Federico Piedrabuena

 

Hacia una propuesta integral

El calentamiento global y el desequilibrio del ecosistema planetario son temas que ocupan la agenda global. Los foros más prestigiosos y destacados del mundo abordan con preocupación y diferentes matices una problemática que nos afecta a todos.

Es claro que la actividad económica y depredadora del ser humano tiene responsabilidad directa en el aumento de la temperatura ambiente promedio de la Tierra. Hoy existe una amenaza concreta y real que nos lleva hacia el derretimiento de los casquetes polares, con la consecuente generación de una espiral fatídica para la supervivencia. Todos estamos de acuerdo en la necesidad y urgencia de frenar la forma en que estamos haciendo las cosas. Sabemos también que los grados de responsabilidad son muy diferentes: el ciudadano de a pie no tiene el mismo nivel de incidencia que las grandes corporaciones. Pero el problema nos afecta a todos. Sería necio pensar que, como el cambio a gran escala no está en mis manos, puedo desentenderme simplemente del tema. La primera pregunta que surge es: ¿qué puedo hacer? ¿qué está a mi alcance?

Conocemos de sobra las respuestas: utilizar menos plástico, ahorrar energía, consumir menos combustible con origen de petróleo, andar en bicicleta, por mencionar algunas conductas muy difundidas. Creo que es muy importante también tener clara una visión de la situación.

Algunos datos ayudan a clarificar el panorama: el 71% de las acciones contaminantes que inciden en el calentamiento global son producidas por 100 empresas multinacionales con nombre y apellido. Realmente sirve de poco el hecho de no usar bolsitas de plástico cuando compramos en el supermercado, si no hay un cambio real en las actividades que realizan esas corporaciones. Las acciones individuales siempre cuentan, pero son marginales en el cuidado del planeta. Es importante que como ciudadanos tengamos esa claridad, y seamos críticos con el mensaje que auspician esos grupos cuando nos empoderan como individuos con la premisa: “tú puedes salvar el planeta”. Ello es mentira, si no hay un cambio a otro nivel. Es una cruda realidad, pero es una verdad denunciada y proclamada por la Encíclica Laudato Sí, de gran aceptación y repercusión mundial incluso fuera de la grey católica. El Papa Francisco expone con claridad también que el centro de toda actividad ambiental es el ser humano, y deja al descubierto una corriente ecológica que descarta como prioridad al hombre en su estrategia verde para lograr el balance planetario.

Es interesante analizar la estrategia de santuarización que se da en los países mediante la creación de parques nacionales. Verdaderos santuarios naturales que buscan proteger áreas del planeta para conservarlas y preservarlas de la actividad humana. Desde la creación de Yellowstone en 1872, esta corriente ha arraigado como política planetaria para frenar la depredación de la Tierra. Muchos hemos visitado alguna vez un parque nacional. Realmente ingresamos a un santuario, con sus propias leyes y dinámicas. Allí priman las conductas de cuidado ambiental, que son penalizadas con dureza si no se respetan y cumplen. Muchas acciones que observamos a diario en nuestras ciudades están allí prohibidas. Son lugares bellos que permiten un encuentro genuino y real con la naturaleza. Disfrutamos de pasar un día en un parque nacional, y podemos exclamar como San Pedro en el Monte Tabor: “¡Qué bien estamos aquí!”.

 

Sin embargo, rescatando el esfuerzo admirable que implica la decisión de crear y conservar un parque nacional, es necesario hacernos la pregunta por el efecto de cambio que ejerce una experiencia de este tipo en la conducta de las naciones que los crean y en los ciudadanos que los visitan. Una dimensión fundamental y muy importante en toda experiencia de santuario es la dimensión de “cobijamiento”. Y esta fase se logra con maestría en la mayoría de los parques nacionales. Experimentamos la protección de los animales y de la biósfera que allí se encuentran. Pero faltan dos dimensiones fundamentales: la “transformación” y el “envío”. Estas hacen que la “sensación” y “vivencia” de cobijamiento sean efectivas a la hora de producir cambios que protejan las demás áreas naturales de un país. El peligro de quedarse únicamente en la fase del “cobijamiento” es la inoperancia y su funcionalidad a los grandes intereses depredadores de las principales organizaciones contaminantes. Por ello es menester preguntarnos como sociedad y en la política de manejo de parques nacionales, qué transformación real produce en la mentalidad del visitante una vivencia en el recorrido y la contemplación del mismo. Así como no tiene sentido relegar la religiosidad cristiana de un pueblo únicamente “a la sacristía”, ya que ello no transforma la sociedad desde los valores del Evangelio, limitar conductas de protección únicamente a determinadas áreas puede habilitar paradójicamente la depredación ilimitada de las otras no protegidas. Un país que da por cumplido su compromiso con el medio ambiente por tener parques nacionales, pero continúa con la degradación sistemática de sus recursos en el territorio no protegido, no puede ser catalogado como un país “verde”, amigable con el ambiente.

 

Procesos de santuarización

Queda entonces en la conciencia de los ciudadanos adquirir una mentalidad crítica ante los procesos de santuarización. Preservar y conservar lo más intactos posibles los recursos de los parques es una tarea muy noble y a destacar. Pero el horizonte debe ser más grande que el territorio protegido y santuarizado. Transformar mentalidades implica desarrollar una estrategia y salir del mero “cobijamiento”.  La hora del planeta lo demanda, y a nuestra generación se nos pedirá cuenta del esfuerzo individual y colectivo que habremos realizado para salvar el planeta. No alcanza con legislar (la ley de glaciares en Argentina y su irrelevancia operativa son un clara ilustración de esta afirmación). Se trata de crear conciencia y actitudes interiores. Se trata de dejarse transformar por la experiencia de Santuario, para dimensionar lo que está en juego. La lectura de la Encíclica Laudato Sí es un aporte enorme en este sentido, una forma concreta de abrirse a la Transformación.

 

Santuarizar como forma de abordaje de la realidad no puede quedarse únicamente en la dimensión de cobijamiento. Lo demanda el momento presente. El llamado es a crecer en la dimensión trasformadora y en el “envío”. Entendemos por esta última dimensión las acciones concretas, individuales y sociales, que logren finalmente bajar la temperatura global a niveles que no impliquen un riesgo concreto para el derretimiento de los casquetes polares.

 

*Artículo escrito por el P. Federico Piedrabuena (PSch.). El autor es Párroco en el Conurbano bonaerense y se está doctorando en Filosofía Cultural Contemporánea. Ha realizado investigación en el área de Filosofía Ambiental en la UCA.