Poder en blanco, confianza plena

Poder en blanco, confianza plena

Cuando la Familia de Schoenstatt celebraba su jubileo de plata, en 1939, Dios una vez mas volvía a escribir la historia “con garras de león”. La segunda guerra mundial reflejaba la lucha que se avecinaba en la humanidad y el Dios de la historia esperaba de sus hijos de Schoenstatt, una respuesta… Los años anteriores habían mostrado la gran fecundidad de Schoenstatt. La Familia fue desarrollándose, creciendo en profundidad y en amplitud; Dios irrumpió en la historia y la Santísima Virgen se estableció en el Santuario derramando sus dones de amor. La corriente de gracia que fluía desde allí, había atravesado la tierra alemana, extendiéndose por Europa, llegando a América y África. La Alianza de Amor fue formando hombres y mujeres, que supieron responder a ese llamado y respondiendo aún, con una entrega mayor.

Nuestro Padre y Fundador decía:

Como miembro de la Iglesia combatiente y al igual que ella, Schoenstatt es hijo de la guerra, nació en la guerra y creció en la guerra. Siempre estuvo sacudido por la lucha. Así será y deberá ser siempre, si quiere ser fiel a su misión original. (…) El hijo de la guerra es un hijo de la Providencia y quiere serlo para siempre.[1]

Fueron las dos guerras mundiales puntos de inflexión para una entrega mas profunda al amor de Dios. En 1914 la Alianza de Amor fue el momento de la irrupción de gracia, que, en 1939, fue creciendo en profundidad hasta la altura del poder en blanco. En octubre de ese año, en las palabras de oportunidad que escribió nuestro Padre y Fundador a la Familia se refleja ese llamado al desprendimiento interior, para una entrega más honda a la conformidad divina. Los límites humanos, las dificultades, la impotencia frente al futuro se avizoraban; pero la confianza inquebrantable en el poder de la Virgen, eran el signo que se alzaba e invitaba a una entrega mayor. Los primeros congregantes fueron a la guerra y de esa semilla que cayó en tierra fértil, la vida brotó y dio abundante fruto. La historia se repitió: en 1939 cuando las circunstancias se tornaban más difíciles, el nacionalsocialismo había tomado el poder, la semilla volvió a hundirse, volvió a morir para dar fruto… Fue un tiempo de gran entrega y fecundidad.

Si miramos en la historia de la humanidad son justamente los tiempos de mayor crisis donde Dios se lanza con su brazo de amor a buscar hijos que estén dispuesto a una entrega total, una entrega más profunda y plena. De allí surgen vidas fecundas en medio de la desolación.

Todos nos damos cuenta de que estamos ante una catástrofe mundial y ante un cambio radical de los tiempos, y una y otra vez se nos plantea nuevamente la pregunta: ¿será éste el tiempo para el cual la Divina Providencia ha forjado el arca de nuestra Familia?[2]

El Padre y Fundador nos hablaba del poder en blanco, como la disponibilidad del corazón para atender hasta los más mínimos deseos de Dios; es disponibilidad del corazón para entregarlo todo, a fin de que el Padre Dios reine en nosotros[3].

Schoenstatt surgió en un tiempo de guerra, hoy también vivimos una realidad que nos interpela. Es un privilegio que podamos vivir en este tiempo, en estas circunstancias para responder con nuestra vida a nuestra vocación, ser santos, ser alma del mundo, ser ese signo de contradicción capaz de irradiar “algo de Dios”, en un tiempo sin Dios. Existen guerras, reales y concretas con armas; pero también existe guerra en la crisis antropológica que vivimos, la guerra en el interior del hombre… una guerra que lleva al vacío interior. Y es en este contexto donde nuestra Reina, la gran vencedora de todas las herejías antropológicas, en medio de la crisis moral, política y social en la que vivimos, busca a sus aliados, aquellos que quieran tirar del carro del triunfo de la MTA con nuestro Fundador, dispuestos a una entrega mayor, más profundizada, para ponerse sin reservas a disposición del Padre, el Eterno Amor, quien sigue conduciendo la historia.

El Poder en Blanco no es un acto de inconciencia, es la respuesta a un amor que nos amó primero; es la respuesta a la certeza de un Amor que sale a nuestro encuentro. El Poder en Blanco es el camino del hijo, que no teme, porque sabe quién es su Padre y por ello está dispuesto a entregar, como decimos “el cheque en blanco” y a dejar que Él escriba y siga escribiendo su historia.

Cada vez que rezamos el Padrenuestro, volvemos a decirle al Padre que queremos que se cumpla su voluntad. No obstante, cuántas veces nosotros mismos ponemos trabas a la conducción de Dios, la resistencia interior al no poder controlar todo, al no saber que sucederá, el temor a lo incierto. Dejarnos amar por Dios, descansar en sus brazos, si descubrimos su verdadero y mas profundo sentido, es aprender a vivir de la certeza de Dios que es Padre y que nos ama, nos ama con locura. Padre verdaderamente, y que su amor infinito vela por cada uno de nosotros. Es tan difícil dejarnos amar por Dios, por eso a veces es tan difícil entregarnos con mayor profundidad…

La pandemia nos ha confrontado con una realidad muy profunda: somos seres contingentes, somos frágiles, somos limitados. Ha sido mucho lo que ha pasado en estos últimos tiempos y aún nos queda por recorrer el tiempo posterior. Hijos de Schoenstatt partieron a la casa del Padre por covid, entre ellos Alberto Hierrezuelo de San Juan, miembros de la Federación Apostólica de Familias en Argentina, siendo además asesores de la Campaña del Rosario.

La entrega de Alberto a la Mater nos permite en algo descubrir la fecundidad de una vida de Alianza a una altura mayor. Sonia, su esposa, refiriéndose a Alberto dice que desde un principio su entrega a la Mater y a Schoenstatt fue total, desinteresada, con mucho amor, mucha. Ella relata algo muy valioso del último tiempo, él le dijo: “¿Sabes qué? Mi ideal personal es el ideal que tenía Joao, “Al santuario me consagraré, por el santuario viviré y por el santuario moriré”. Haciendo una lectura a lo sucedido, Sonia dice que él se ha identificado totalmente con esta entrega el último tiempo. Cuando él estaba internado, se rezaba a la Mater por su sanación, muchas personas rezaban, pero el medico les dijo que él ya estaba cada vez más grave. Ella recuerda que un día, en el jardín de su casa, como que Alberto “le sopló” y le dijo al corazón “Por el Santuario, por el Santuario. Ahí quiero que coloques las cenizas cuando yo muera. (…) Realmente él se ha entregado por el Santuario todo el tiempo”. [4]

En uno de los últimos mensajes de Alberto antes de ser internado escribe a un sacerdote: “(…) tanta verdad es vivir el día a día, en paz y con alegría.  Y cuando lleguen esos momentos, que pueden llegar a ser duros, entregarse, aunque hayamos actuado mal, si nos arrepentimos, sabemos de la misericordia de Dios, que siempre recibe con alegría al hijo perdido, con una gran fiesta. Eso es lo que creo. Que Dios siempre te bendiga. Un abrazo”. Alberto es semilla fecunda para el futuro Santuario de San Juan…

Entregarse… Ojalá que cada uno de nosotros pueda entregarse y descubrir que el camino del poder en blanco es el camino más seguro al corazón de Dios, el camino donde dejamos que ÉL sea el capital de barco de nuestras vidas, Él tiene el timón en sus manos; sabemos que con ÉL vamos a puerto seguro.

“Si hemos puesto nuestra vida a entera disposición de la Santísima Virgen, Ella, de modo similar, también se da totalmente a nosotros”.[5]


[1] P. Kentenich, Carta de octubre 1949

[2] Segunda acta de Fundación 18.10.1939

[3] Vortrag für die Jungfrauenliga, 1951

[4] Conversación por mensaje de voz con Sonia Hierrezuelo

[5] Segunda Acta de Fundación