Nuevo Schoenstatt, Argentina: Santuario del Padre, testigo de la cruz y la victoria de María– Parte II

Nuevo Schoenstatt, Argentina: Santuario del Padre, testigo de la cruz y la victoria de María– Parte II

Autora: Hna. Clara María Bercetche – Gentileza Schoenstatt Internacional

Tres años y ocho meses estuvo preso el Padre Kentenich. Fue necesario el mismo tiempo para encontrar la porción de tierra en donde la Reina se establecería en la Argentina.

La comunión de destinos consolidada en Dachau se replicó en una historia de fidelidad, entrega, cruz y victoria. El próximo 20 de enero Argentina celebrará los 70 años de la bendición del Santuario del Padre, su Santuario nacional.

El Santuario de Nuevo Schoenstatt, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina, es emblemático en la historia de Schoenstatt. Testigo de luchas que lo hicieron fuerte, es símbolo de la comunión de destinos que levantó sus paredes. Hoy se está preparando a celebrar el jubileo de sus 70 años desde que el mismo Padre José Kentenich lo bendijera. Un lugar que encierra una increíble historia de amor entre María y sus hijos, una historia de dolor y victoria, donde la Reina se manifestó poderosa.

Panorama

Al partir hacia los EEUU, en mayo de 1948, el Padre Kentenich había dejado a las Hermanas de la Provincia de Nazaret el encargo de conseguir el terreno para el Santuario nacional en la Argentina. El fundador siguió muy de cerca esa tarea y al volver a Latinoamérica y percibir la impotencia por la búsqueda infructuosa, intensificó su participación ofreciendo lo poco que ganaba con sus tandas de ejercicios. También aportaba a la alcancía del Santuario lo que ahorraba privándose de medios de transporte e iba caminando veinticinco cuadras, en pleno verano, hasta la estación del tren.

Un supuesto infractor  

Era el 12 de marzo de 1949. El Padre Kentenich había viajado en tren hacia la casa de ejercicios de los Padres Redentoristas, en Buenos Aires. En la casa de Villa Ballester, la Hermana M. Úrsula recibe una llamada telefónica del jefe de la estación local de trenes. En el auricular escucha:

-Aquí tenemos un sacerdote de edad con quien, por motivos del idioma, no podemos entendernos lo suficiente. Él viajó sin boleto y debe pagar una multa de $20. Como no dispone de ese dinero deberá permanecer detenido por una noche.”

La Hermana pide hablar personalmente con el Padre Kentenich, él le dice que sacó su boleto y lo entregó al guarda y él no se lo devolvió. La Hermana decidió viajar para resolver el conflicto personalmente. Al pasar por la boletería preguntó al boletero si recordaba haber vendido un boleto esa mañana a un sacerdote con barba. Ante la respuesta afirmativa, la Hermana exigió que el boletero llamara por teléfono a la estación Urquiza, explicando cómo habían sido las cosas. El hombre así lo hizo, pero todo fue inútil. Finalmente la Hna. M. Úsula convenció al Padre Kentenich que pagase la multa. Al regresar a su casa, el Padre Kentenich no permaneció indiferente frente al suceso y le dictó una carta a la Hna. M. Úrsula dirigida al Director de Transportes en la que expresaba su formal queja por lo que le habían hecho. Había concluido su dictado cuando le dijo a la Hermana: “Ahora… rómpala.“ Esa noche nos reímos francamente con al Padre –recuerda la Hermana Úrsula- por la forma en que habían concluido los Ejercicios”.

Jubileo del Santuario nacional de Schoenstatt en Argentina

El Santuario del Padre, bendecido por José Kentenich el 20 de enero de 1952 se encamina a celebrar sus 70 años de vida. Nuevo Schoenstatt, en la localidad de Florencio Varela, Buenos Aires, donde se encuentra este Santuario Nacional de Schoenstatt, será la sede de los festejos.

Un terreno buscado con el Padre 

Fueron surgiendo varias posibilidades de terrenos pero, por uno u otro motivo, ninguno era apropiado. En octubre de 1950, fueron a visitar uno en la localidad de Florencio Varela.

“Era un terreno de 9 hectáreas, cinco mil citrus, una hermosa arboleda pero… ¡costaba un millón de pesos!” –cuenta la Hna. M. Úrsula- “entonces, cantábamos un estribillo que rezaba: ¿No podríamos tener el milloncito? Habíamos hecho con la Virgen un pacto: le regalaríamos un millón de sacrificios y Ella nos tendría que dar por cada sacrificio un peso. Cuando comenzó la inflación en la Argentina, dijimos filialmente a la Virgen: ahora que hay inflación, nos tienes que dar 10 pesos por cada sacrificio. El día de la compra-venta el Padre Kentenich estaba con nosotras para saldar la última cuota. Se preparó para recibir al dueño pero, para nuestra sorpresa, éste aumentó el precio y no pudimos cancelar la operación. El Padre vivió todo con nosotras. Ya en Chile, recibió la noticia de la compra del terreno y con inmenso gozo transmitió la noticia a todas las Hermanas”.

Comunión de destinos entre el Fundador y la Obra

Esos tres años y ocho meses de intensa búsqueda del terreno para el Santuario, coincidieron con las controversias epistolares entre el Padre Kentenich y el episcopado alemán. Desde Uruguay y desde la Argentina el fundador explicó en diferentes cartas lo que no se comprendía por parte de la Iglesia alemana.

Finalmente, el 10 de mayo estando en Nueva Helvecia, Uruguay recibe una carta del arzobispo de Tréveris, Mons. Rudolf Bornewasser. En ella le informaba que la visitación canónica diocesana se transformaría en una visitación apostólica del Santo Oficio. El Padre Kentenich guardó silencio y ese mismo día decidió escribir la carta respuesta del 31 de mayo. Él mismo dijo que ofrecía todo su sufrimiento para que se encontrase el terreno para el Santuario en la Argentina.

Un terreno elegido y confirmado por la Santísima Virgen

Cuenta la crónica que el 21 de junio de 1951 terminaron de pagar la deuda. El mismo día se trasladaron al nuevo terreno. Desde esa tierra bendecida seguiría extendiéndose una gran corriente patrocéntrica que se irradiaría hacia todo el mundo.

La forma triangular –figura que asociamos a la Persona de Dios Padre- del terreno fue una delicada confirmación de la Santísima Virgen: ésta era la tierra para el Santuario del Padre en la Argentina.

Para celebrar, las Hermanas carnearon el primer cerdo y festejaron que Nuevo Schoenstatt era totalmente de su propiedad.

Entrega y sacrificio en cimientos y paredes

A menos de dos meses de haber tomado posesión del lugar, las Hermanas ya hundieron la piedra fundamental. Providencialmente llegó un constructor que quiso quedarse a trabajar con ellas. Ahora avizoraban la finalización del Santuario, tenían el constructor, tenían todo… ¿qué más podría suceder? A los pocos días llegó desde Alemania la noticia de que, por decreto del Santo Oficio, el Padre Fundador había sido destituido de su cargo de Director General del Instituto.

Nuevamente lágrimas, cruz y sacrificio que quedó encerrado en las paredes del Santuario en forma de bolitas de cera. Cada noche llevaban el capital de gracia y lo hundían entre los ladrillos de las paredes, que se alzaban victoriosas presagiando un futuro fecundo.

Continuará…

Fotografía de Sandra Donoso