Nos mueve algo más grande

Nos mueve algo más grande

Misión Huanguelén 2020 de la Juventud Femenina de Bahía Blanca.

Autor: Mariana Rohwein Kippes, JF Bahía Blanca.

Las vacaciones son para nosotros sinónimo de descanso: del estudio, del trabajo, de la rutina, tiempo para compartir con los nuestros. Pero también es una oportunidad para volver al centro de nuestra vida, a eso que le da sentido, eso que muchas veces con la rutina misma se descuida: nuestra relación con Dios. 

Mi nombre es Mariana Rohwein Kippes, tengo 21 años y soy de un pueblito llamado Santa María ubicado a 15 km de Coronel Suárez. Hace tres años me uní a la juventud de Schoenstatt de Bahía Blanca, lugar donde resido y realizo mis estudios universitarios. En el transcurso de mi primer año en el movimiento me invitaron a participar de la misión Kairós Patris. Así es como en enero 2018 realizaba mi primera experiencia de misión en Saldungaray. El verano pasado llegamos por primera vez a Huanguelén, un pueblo ubicado al suroeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina. 


Por segundo año consecutivo nos encontramos como familia para compartir nuestra experiencia de fe y abrazar a este hermoso pueblo que nuevamente nos abrió sus puertas. 

La misión comenzó un 20 de enero, lo que para nosotros tuvo una importancia fundamental al celebrarse, ese día, el aniversario del segundo hito que marcó profundamente la historia de Schoenstatt. 

Todas las mañanas, con la Virgen peregrina en mano, recorrimos el pueblo a pie en pequeños grupos, llevando a los distintos hogares nuestro testimonio de fe. Cada puerta que se abría frente a nosotros, desde la humildad de cada corazón y hogar, nos hacía sentir como en casa. 


Después de cada mañana de misión descansamos todo lo que habíamos vivido en manos de María y de su Hijo, para que en plena confianza se ocuparan de cada corazón.

Por la tarde, continuamos las actividades con niños y jóvenes, donde por medio de juegos intentábamos transmitirles el amor de Dios. Además, compartimos rosarios y misas donde participamos tanto los misioneros como la comunidad. 

Para nosotros no es simplemente ir una semana a reunirnos con la gente de Huanguelén, sino que también a lo largo de todo el año vamos preparando nuestros corazones para poder ser instrumentos de María. 

La misión también es una oportunidad para abrazar la vida del hermano misionero. También es un poco por ellos que uno entrega el corazón. Son ellos los que nos hacen sentir el amor de Dios, son ellos un reflejo de Cristo, transmitiendo un amor tan puro, cuidado y auténtico.

Nos unimos como familia para llevar a Jesús al corazón del hermano por medio de María. Ella es la madre que nos acompaña, la que con amor y ternura nos toma de su mano y nos lleva a su Hijo. 



Cada misión es diferente, cada una tiene algo especial. Sería difícil definirla en una sola palabra, se viven cosas tan hermosas y profundas: fraternidad, compañerismo, alegría, respeto, entrega, servicio.

Ir a misionar es sinónimo de amor, lo que significa entregar libremente el corazón a Dios, poniéndonos en sus manos como instrumentos; a la comunidad, al salir a su encuentro; y a nuestros hermanos misioneros, por el vínculo que nos une a María.

Muchas personas nos preguntan por qué resignamos una semana de vacaciones, la respuesta es sencilla: nos mueve algo más grande. Es tanto lo que nos ama Dios que no queremos caer en el egoísmo, sino salir a anunciarlo, y que todos puedan sentirse amados por Él. 



Mariana Rohwein Kippes
Juventud Femenina de Bahía Blanca