60 años del Santuario de Belgrano

60 años del Santuario de Belgrano

Autor: Monseñor Alejandro Giorgi

Estuve leyendo los apuntes de la Hna. Cristvera. Uno de los primeros detalles que inmediatamente me conectó con todo lo que llevo viviendo en este lugar santo, es que lo primero fue la Capilla de las hermanas enfermeras alemanas, ¡eran enfermeras las primeras! Entonces dije, ya acá hay otra conexión que no sabía.

Pero fue interesante cuando leí en la prehistoria de este lugar, que esas Hnas. que estaban hacía un tiempo, como una presencia hermosa también en la salud, no solamente en la oración, empezaron a pensar en poner una ermita y de pronto el Padre, por esos destinos providentes que tiene Dios, se enteró y dijo “No, una ermita no, un Santuario.” ¿Para qué un Santuario? “Para que la ciudad pueda respirar. Un pulmón.”

Ya han pasado más de 60 años porque eso fue en los prolegómenos, en el año 61 según entiendo. Eso hoy es más actual que nunca. Aquí hay un lugar de gracia, yo diría que no solamente hay un Capital de Gracias, sino UNA capital de Gracia, aquí. Y este es un pulmón para que la ciudad, esta ciudad tan compleja, pueda respirar el aire puro de Dios en el corazón de María. La Mater está aquí respirando con nosotros.

Y uno de los detalles que me llamó la atención, por supuesto que fue el primero que rescaté, ese 18 de octubre de 1963, yo tenía cuatro años, vino Alfie Leeden a bendecir el nuevo Santuario, (…) un martirio de sangre, Capital de Gracias desde el martirio.

Miren que estudié, pero igual tengo el machete. Otro hecho que también hoy tenemos que rescatar es que si la identidad del Santuario fue eso que se elaboró hace treinta años, “Madre, por nuestra santidad cotidiana erige el Reino familiar en Buenos Aires”. Eso me pareció como la identidad. Fíjense qué hermoso eso que se elaboró en ese momento hace treinta años, con una frase síntesis de lo que estaba ocurriendo y que ocurrió durante treinta años. Una Familia, un Reino familiar, un Reino de santidad cotidiana.

A los diez años ese momento, justo en el 2003, el 18 de octubre de 2003, puede desembocar en la misión. Pareciera que la Madre, desde su corazón lleno de gracia, fue como educándonos en qué significaba este lugar, este lugar que era pulmón, que fue Reino de familia, y que sigue siendo “Tabor de María, corazón de la Ciudad”. Eso es lo que de algún modo se elaboró y se bendijo el 18 de octubre de 2003, hace veinte años.

Este lugar ¿sigue siendo el corazón de la Ciudad? ¿Sí o no? Sí, responden todos. Entonces es una Capital de la Gracia en la Ciudad. ¿Cuántas “capitales” de gracia necesitamos para seguir incrementando el Capital de Gracias

Eso no lo digo solamente para tirarles flores y que quede lindo y que todos digan “qué bien el obispo”, sino que yo les cuento, les confidencio, algo que solamente algunos saben. Yo vine aquí en mi servicio episcopal en la Ciudad de Buenos Aires hace casi diez años, pero yo ya lo conocía al Santuario. Porque uds. saben que estuve treinta años viviendo en Devoto, no en la cárcel ¿eh?, sino en el Seminario en donde tuve mi formación y donde muy poco después, solo dos años después, de ser ordenado estuve como formador, hasta que llegué aquí como obispo. Entonces, cada vez que estaba abrumado, cada vez que estaba con muchos problemas, cada vez que estaba angustiado, decía: “me voy al Santuario”. Y no sé por qué, no sé por qué venía al Santuario. Porque era un lugar tranquilo, yo venía todo camuflado para que nadie se entere, nadie lo sabía, cuando venía acá creo que pasaba desapercibido. ¡Creo! Y me iba transformado.

Eso me pasó muchas veces, antes del 2014, cuando vivía en Devoto. Y no sabía por qué. Si bien estaba Adolfito, mi hermano, pero no sabía por qué. Hasta que alguien, creo que ya era obispo, me dijo las tres gracias del Santuario ¿Cuáles son? Cobijamiento, transformación y envío. Y yo me dije “es eso”. Es eso lo que yo experimentaba en el Santuario sin saberlo.

¿Quién de ustedes experimenta cobijamiento aquí? Respuestas del público.

La Virgen a veces tarda, porque como buena madre es muy viva, qué lindo lugar, sí que lindo lugar y de pronto Ella va haciendo su obra. La cantidad de gente que habrá pasado por aquí sin darse cuenta, como yo, que había una Madre que lo cobijaba. Y que lo transformaba. Y que lo enviaba.

Y por eso, para mí, saber esto fue algo que me marcó, porque cada vez que como obispo tengo más necesidad de cobijamiento, más necesidad de transformación, sin duda, y más necesidades de envío, vengo acá y las Hnas., que ahora sí se dan cuenta porque me conocen, me dejan ahí, rezando en silencio.

¡Qué hermoso que la Virgen viva aquí! ¿Lo repito? La Virgen vive aquí. Y eso es hermoso. No lo duden, porque la Palabra de Dios es inexorable, en la Primera Lectura de hoy dice “Yo vengo a habitar en medio de ti”, aquí. Eso está diciendo la Virgen, yo me quiero quedar aquí. Porque sé que mis hijos necesitan de Hnas. enfermeras, pero enfermeras del corazón, y necesitan cobijamiento. Tanto necesitamos hoy. Necesitamos transformación interior. Necesitamos de la Alianza. La Alianza con la Mater, la Alianza de Amor, que es preludio de la Alianza nueva y eterna que estamos celebrando y que celebraremos al fin de los tiempos en plenitud. Yo pondré en los corazones de ustedes mi ley. Y lo más lindo de una Alianza es: yo le pertenezco a la Virgen, y tal vez lo más lindo es la Virgen me pertenece, es mía, es mi mamá.

Cuando murió mamá en el 2016, una de las preguntas que me surgió, ya era obispo, pero bueno…, ¿yo la volveré a abrazar a mamá? ¿Cómo será eso en el Cielo? Y ahí me acordé de Jesús resucitado que decía “vení tócame”. Claro que la voy a poder abrazar. Pero ¿ustedes se imaginan llegar al Cielo y que junto con el abrazo de mamá, tengan el abrazo de Jesús y de María, que dure siempre? Vivir abrazado a la Virgen, vivir abrazado a Jesús, y ya estar siempre abrazados con los que amamos en el corazón de Jesús y de María.

Pocas veces pensamos en lo que nos espera en el cielo, ¿no? Pocas veces. Tantas veces estamos tan preocupados, tan angustiados, justamente, con todo lo que nos pasa, yo creo que Jesús nos mirará ese día, y nos dirá a cada uno, a mñi por lo menos me va a decir: ¿Por qué Alejandro fuiste tan zonzo? ¿No te diste cuenta que siempre, siempre, especialmente en que vos dijiste que yo no estaba, yo estaba ahí? ¿Por qué no pensaste más en esto que ahora tenés que vivir para siempre? Eso lo compré yo a alto precio, eso me costó la vida a mí, esa herencia que nos espera.

Y este lugarcito es el hall de entrada. Si esto realmente lo es y yo creo que lo es porque lo he experimentaron, un Tabor, una casa de Alianza, aquí está el hall de entrada del Cielo. Asi que yo lo que les propongo en esta semana tan especial, en este tiempo tan duro, que vengamos acá, en algún momento en esta semana o en la que viene, a cobijarnos, acá está el hall de entrada del Cielo.

Pensar en lo que nos espera, no para evadirnos, sino para tener esa transformación interior que nos envíe a construir una Patria de hermanos. La Virgen sabe que nosotros podemos construirla, con su presencia, con su gracia, con su cobijamiento, con su transformación, con su envío y en la Alianza de Amor que nos une. Que así sea.