Por María, con el Padre y de a caballo

Por María, con el Padre y de a caballo

Autor: Juan Pablo Arabetti

 

Orígenes de la peregrinación de a caballo

La idea surgió porque queríamos hacer algo por María, nuestra madre del Cielo. Homenajearla, queríamos llevar a María por los caminos, para que la gente del interior pudiese recibir su visita y obrar en ellos. Sentimos orgullo por María, y nos motivaba mucho ser sus laderos al caminar, sus custodios, sus fieles jinetes que llevarían a la Madre de Jesús a la gente, a la joya más preciada por los caminos del campo para que reciban sus gracias.

Con el Padre …. Por ser el año del Padre Kentenich, queríamos vincularnos con él y aprovechar el tiempo de la peregrinación para conocer más sobre él, compartir su vida y momentos importantes en los ratos de descanso y cabalgata diaria.

De a caballo … Somos apasionados por los caballos, nos deslumbra y emociona la nobleza y fidelidad de este animal. Si íbamos a hacer una locura, una linda locura, la pensamos llevarla a cabo con nuestro animal predilecto: el caballo. 

Dijimos entonces, traigamos a María a caballo desde su casa, el Santuario Nacional en Nuevo Schoenstatt, hasta nuestra Ermita de Suárez, trayendo las tres gracias del Santuario de cobijamiento, transformación interior y envío apostólico a nuestras tierras Suarenses.

“Queríamos hacer algo importante o significativo por María, dijimos: hagámoslo a caballo que es lo que nos apasiona y llevémoslo al P.K. en su año, para que con su ejemplo nos guíe. De esa manera podríamos vincularnos más con el también”.

 

 

Sentimientos y anhelos previos a la peregrinación

Desde que conversamos y tuvimos el primer encuentro, todo comenzó a tomar color en las siguientes reuniones y se iba concretando relativamente rápido a situaciones muy importantes de difícil resolución, facilitando la planificación y organización de la misma. En menos de lo que esperábamos, nos vimos con la peregrinación ya en marcha y en etapas muy avanzadas que no permitían hacernos para atrás. Experimentamos alegría porque todo avanzaba muy rápido y bien, experimentamos satisfacción por lo que empezábamos a sentir y disfrute por la decisión tomada. También tranquilidad, porque al resolverse bien y rápido temas difíciles, vimos que María estaba ya con nosotros en esta, su peregrinación y, como en Caná de Galilea, todo lo que para nosotros parecía complicado, se comenzaban a resolver, como por ejemplo, la entrada y salida de Florencio Varela a caballo en el conurbano bonaerense, con tráficos muy densos y bastante peligrosos, hasta por lo menos la altura de La Capilla en la Ruta Provincial 53.

Los anhelos que llevábamos con nosotros eran que María pudiera llegar a lugares bastante remotos o no del todo comunes y que sus habitantes pudiesen disfrutar de su visita y gozar de las gracias de tener a la Madre de Jesús con ellos. No le preguntamos a María si quería venir con nosotros o si le parecía bien andar a caballo y por polvorientos caminos, durante varios días, pero María enseguida se hizo presente y aceptó la invitación y fue la quinta integrante, la más importante, de este equipo que se había armado:

  • Adrián, sus caballos Neblina, Tornado y Esperado
  • Hernán, con Lola, Loba y la Overa
  • Juampi, con el Criollo, Porteñito y Aramis
  • John, el “Chon” Buckanan en la camioneta con el carro de apoyo
  • María y el Padre Kentenich
Vivencias que dejan huella en los corazones

Lo vivimos de diferentes maneras. Los primeros kilómetros, lo pasamos con mucho stress. Salimos desde Florencio Varela, un sábado al mediodía, con 9 caballos, por la Ruta 53 y gracias a Dios escoltados por tres patrulleros de la Seguridad Vial de la Municipalidad de Florencio Varela, unos genios. Difícil situación para nuestros caballos acostumbrados a la tranquilidad del campo, tanto la noche anterior dormir en el patio de la casa frente al Santuario, como salir por una ruta asfaltada en medio de un montón de autos con bocinas importantes que nos hacían saber de su disgusto por el atraso que les ocasionábamos.  

Al paso de los días veíamos cómo mucha gente se conmovía al ver a María en la puerta o tranquera de su casa, o al cruzarla por los caminos de tierra en medio del campo, o también ver la respuesta de la gente a ayudarnos cuando decíamos que veníamos peregrinando con María.

 

 

Fuimos dándonos cuenta de que lo que llevábamos con nosotros no era solamente una imagen de María, sino que lo que estábamos haciendo tomaba cada vez más importancia y daba sentido al esfuerzo. Implicaba un sacrificio y entrega cabalgar ni más ni menos que entre 35 a 50 kilómetros por día, con una distancia total de 493 kilómetros

Nos llamó la atención la hospitalidad de la gente para con nosotros y cómo recibían a María. Estaban contentos de la visita, era una fiesta, todos ponían lindas y prolijas sus capillas, colegios o lugares donde nos esperaban para pasar la noche. Esperaban con ansias la llegada de María. No nos dábamos cuenta de lo que se había generado en torno a nuestra locura, mucha gente seguía la misma por las redes sociales y rezaba por la salud nuestra y la de nuestros caballos para que pudiesen llegar bien y llevarnos a todos hasta Suárez. Estábamos felices y cada día la felicidad crecía y era más valioso el habernos animado a tanto. Si bien habíamos arrancado este proyecto como conocidos dentro del Movimiento, sentíamos que se agrandaba notoriamente el vínculo entre los cuatro y ya nos sentíamos hermanos en peregrinación por María y con el Padre.

También nuestro vínculo personal con los caballos de cada uno crecía, se hacía más solido y si bien en alguna oportunidad lo habíamos pensado pero no como prioridad, lo disfrutamos y de ninguna manera nos disgustaba sino por el contrario nos encantaba que así fuese también.

 

Sus compañeros fieles en el camino: Dios y la Mater

Dios estuvo en cada kilómetros que hacíamos, pero de seguro no tuvimos la claridad de verlo en muchas ocasiones. Lo pudimos ver en todas las personas que nos ayudaron, nos recibieron para poder hacer base y pasar la noche entre cada etapa y la siguiente. La solidaridad de las diferentes patrullas rurales con su gente, abriéndonos paso o cortando el tránsito para que pudiésemos pasar nosotros con los caballos por la Ruta 3 en el puente de Monte, todos signos de que Dios también estaba “de a caballo”.

Sí lo pudimos ver en los paisajes y momentos vividos al peregrinar-cabalgar a diario, los campos con abundantes pastizales y aguadas naturales que servían de abrevaderos y alimento para nuestros caballos. Los amaneceres en los caminos de Gdor. Udando, el resoplar con el aire fresco de la mañana de nuestros caballos al trotar, todo era un ambiente muy especial y puro para nosotros. Todo obra de Dios, sin dudas.

En nuestros rezos del Rosario, mientras tranqueábamos a la par los tres dando un resuello a nuestros caballos o a la noche en medio del campo mirando las estrellas. También en el episodio del Puente Romero, sobre el Río Salado, pudimos salir sanos de un mal momento, de la mano de María y el Padre Kentenich, junto al Tata Dios.

Nos encontramos con una madre, que estaba con su hija y sus nietos, que al ver pasar a María por la tranquera de su casa, nos pidió que volviéramos para saludar y agradecerle por sacarla sana y salva de dos meses en coma tras una operación del corazón. O a una madre y sus dos hijitas de a pie yendo a la escuela por una camino vecinal a las 7 de la mañana. También nos encontramos con un puestero de Pardo quien ya sabiendo que pasaríamos por su tranquera, salió al encuentro y nos acompañó rezando el Rosario. Martín y su encargado, que también habiéndole informado que pasaríamos por su campo salieron a nuestro encuentro para saludarnos y preguntar si necesitábamos algo. Carlos Barreto en Olavarría, con sus 32 peregrinaciones gauchas a Lujan, que nos aportó experiencia y consejos para lo que nos aguardaba de la peregrinación a Suárez. Patricio Leaden (otro gran marchero y jinete de María) en Lamadrid que nos salió a buscar para darnos la bienvenida a su zona y ubicarnos en los campos donde nos esperaban. La familia Mayol en La Colina con toda su gentileza y generosidad de recibirnos en su casa con nuestros hijos que se habían sumado en la última etapa.

 

Una experiencia inolvidable

Nos dejó un gran sentimiento de satisfacción y plenitud por haber logrado y realizado una loca aventura, que arrancó como una ideal y terminó como una gran misión. Con las expectativas totalmente colmadas y anhelos cumplidos. Con la alegría de saber que dejando muchas cosas en manos de María, abandonándonos en ella, todo se soluciona y con abundancia. Nos dejó felicidad en el corazón, alegría por sentirnos hermanos del alma que por Ella arrancamos esto como una loca aventura y terminamos unidos cumpliendo una gran misión de llevarla con sus gracias a mucha gente que necesita de esto que es tan sencillo: ‘Sentir el amor de María’.