María y nosotros

María y nosotros

La celebración de los 400 años del hallazgo de la pequeña imagen de la Virgen del Valle en la gruta de Choya en Catamarca determinó que los obispos argentinos declararan al 2020 como Año Jubilar Mariano. Un acontecimiento que marca la esencia de nuestro pueblo argentino y que se redimensiona en el contexto de la crisis que nos toca vivir. 

Compartimos hoy con ustedes fragmentos del libro María y nosotros del Padre Ángel Strada, obra que cumple cuarenta años y que destila actualidad.

El lugar de María

Muchas verdades referidas a María son cuestionadas actualmente. En realidad siempre se plantearon interrogantes sobre aspectos de la verdad mariana: la Inmaculada Concepción, la virginidad… Pero existe en la actualidad una pregunta -subyacente o declarada- anterior a todas y que afecta al conjunto de verdades: ¿Por qué María? ¿Cuál es su lugar en el conjunto de la doctrina y la vida cristiana? ¿Qué motivos justifican ese lugar?

Son preguntas dirigidas a la totalidad de la realidad mariana y, por lo mismo, no pueden ser encaradas en forma fragmentaria. Exigen una respuesta global. No se trata de un cuestionamiento exclusivo para los teólogos o para círculos interesados en discusiones académicas. Afecta directamente a la pastoral mariana, que no debe ignorar esta situación. La necesidad y eficacia de la devoción mariana, la importancia de las virtudes de María, la belleza de su ejemplo y el poder de su intercesión, dependen esencialmente del lugar objetivo que ocupa lo mariano en la totalidad del misterio cristiano. Para una plena afirmación de María en la actualidad esta visión de conjunto es de capital importancia. Este es justamente el interés central de la mariología conciliar: “Aclarar cuidadosamente tanto la misión de la Bienaventurada Virgen María en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo Místico, como los deberes de los hombres redimidos hacia la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, en especial de los creyentes…”.(María, experta en familia. Vaticano II, AA 11,EN 71 y DP 567). Se afirma así una perspectiva fundamental: María captada desde el conjunto, orientada hacia Cristo, la Iglesia, los hombres.

Preguntarse por la persona y la misión de María es preguntarse por los modos de acción de Dios, por su relación con el mundo, por el significado de la Redención, por el sentido del hombre. Las respuestas dadas a estas preguntas influyen fundamentalmente tanto en la comprensión de María como en la comprensión de Dios, de Cristo y del hombre.

El interrogante inicial: ¿por qué María?, sólo puede ser respondido a la luz de la posición que ella ocupa en la historia de la salvación. Más concretamente: en su conexión con el misterio de Cristo. Tal posición de ninguna manera sería algo contradictorio, ni menos aún fortuito o extraño. Se inscribiría en el gran gesto del Dios de la Alianza: la elección de personas para convertirlas en signos visibles de su acción, cooperadores activos en su donación a los hombres y en la respuesta de éstos a su amor.

Las bases ciertas para determinar esta posición de María las encontramos en los testimonios bíblicos. En la lectura atenta de los datos de las Escrituras y en el seguimiento creyente de la interpretación que la Iglesia nos ofrece de los mismos, tenemos los mejores caminos para definir la posición de María en la historia de la salvación y, por lo tanto, en nuestra propia historia.

María es la Virgen de la interioridad, la que saborea con el corazón y comprende con la mente las manifestaciones de amor y se encuentra con los gestos básicos del Dios de la Alianza que obra en su propia vida. Es la Virgen reflexiva, que se detiene en su historia personal y en la de su pueblo, y puede hacerlo porque no es víctima del vértigo de los sucesos. En su corazón hay silencio para escuchar la Palabra de Dios y hay pureza para no confundirla con las propias palabras. Esta riqueza interior no la instala en un mundo aparte, no la aleja de la realidad, ni a confina en un subjetivismo egoísta. Le otorga, por el contrario, una fina percepción de las necesidades de los demás y una voluntad decidida para la transmisión de aquello que llena su vida. 

La primera adhesión creyente a la persona de Jesús está precedida por el ruego de María. En Caná de Galilea el Evangelio comienza a ganar hombres y es María –Virgen misionera- quien colabora en su difusión. Como en la Visitación, lo hace a través de un acto de servicio fraterno y en el marco de un acontecimiento familiar. La intervención de María contribuye a iluminar el sentido mismo de los milagros y de la acción de Jesús. No son sólo expresión de soberanía sobre la creación y testimonio de un poder superior, sino que ante todo son una manifestación de amor y de misericordia, especialmente para con los necesitados. Es significativo que un corazón maternal y femenino dejara su huella en el primer milagro de Jesús.

María nos es presentada como aquella que introduce en este mundo la abundancia de los bienes mesiánicos, las bodas de Dios con la humanidad, la plenitud de la alegría por la nueva era.



Padre Ángel Strada
María y Nosotros
Editorial Claretiana