Sacerdote con corazón de padre. El sacerdocio de José Kentenich
Autor: P. Santiago Ferrero. Director Nacional del Movimiento de Schoenstatt Argentina
“Y ahora me han nombrado Director Espiritual sin que haya hecho absolutamente nada para ello. En consecuencia debe ser voluntad de Dios. Por eso, acojo esta voluntad, firmemente decidido a cumplir del modo más perfecto, mis deberes para con todos y cada uno de ustedes. Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón”
—P. José Kentenich
En este extracto, pronunciado en 1912 al asumir como Director Espiritual del Seminario de los Palotinos en Schoenstatt, el P. Kentenich deja entrever no solo una firme decisión, sino todo un estilo de entrega sacerdotal. Simplemente se reconoce llamado por Dios y se entrega por entero a ese llamado. Desde allí, podemos descubrir tres rasgos esenciales que marcaron su sacerdocio y que siguen inspirando a quienes queremos vivir como él, al servicio del Pueblo de Dios.
1. Disponibilidad total a la voluntad de Dios
Kentenich no buscó el cargo, ni lo usó para afirmarse. Reconoce en él un signo de la Providencia y acoge la voluntad de Dios con libertad interior y responsabilidad frente a los demás.
“Debe ser voluntad de Dios. Por eso, la acojo…”
Este rasgo marca todo su ministerio: una profunda fe práctica en la Divina Providencia, que lo lleva a decir sí incluso en medio de la incertidumbre, incluso cuando Dios le pida el dolor, la renuncia y la Cruz. No busca estrategias humanas, sino escucha y obedece con libertad interior, confiando en que Dios conduce.
2. Don total de sí mismo: ser instrumento
“Me pongo enteramente a su disposición”: así define su actitud. No se entrega solo como señalizador del camino, sino que se da a si mismo por entero: con su saber y su ignorancia, su poder y su impotencia. Es decir: con todo lo que es.
Este es un rasgo central de su sacerdocio: la donación de su persona, total, realista, sin máscaras ni pretensiones. No se ofrece como “funcionario sagrado” ni como “coach”, sino como instrumento en manos de Dios para los demás, incluso desde su pobreza.
3. Un corazón paternal: pertenecer afectiva y espiritualmente
“Pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón.”
Este es quizá el sello más personal de su sacerdocio: ser para los demás padre. No un superior, no un predicador lejano, no alguien que sea admirado y alabado, sino un corazón abierto que acompaña, acoge, sufre y se alegra con sus hijos espirituales.
En ese “les pertenece mi corazón” está toda su pedagogía, su capacidad de formar vínculos, su modo de conducir comunidades. Ser sacerdote, para él, es ser padre que engendra vida espiritual, que construye hogar, que ama como Cristo ama.
¿Y María? Ella es la que modeló ese corazón y la que lo custodió toda su vida.