Reflexiones de la pandemia: la tensión entre persona y comunidad

Reflexiones de la pandemia: la tensión entre persona y comunidad

La pandemia nos ha recordado que somos parte de la comunidad y que esta pertenencia tiene sus exigencias y posibilidades. De este modo es ineludible hacernos cargo de lo que nos corresponde y aprovechar las oportunidades de esta inédita situación. Inspirados por Kentenich, ofrecemos algunas orientaciones.

Autor: Juan M. Molina, seminarista de los Padres de Schoenstatt.



En la pandemia, la estrategia utilizada en muchos lugares para sobrellevar esta amenaza ha sido en primer lugar la cuarentena. Más adelante, se apela al cuidado personal con atención al cuidado general. Esta situación existencial nos invita a reflexionar sobre la relación entre la persona y la comunidad. Preguntarnos por esta relación entre persona y comunidad nos pone en alerta para no caer en alguno de sus dos extremos. Por un lado, la sobre acentuación de la comunidad que puede derivar en eliminar el valor de la persona. Por otro lado, la sobre acentuación de la persona puede conducirnos hacia un individualismo falsamente autosuficiente. Entre medio está la pregunta por las libertades, responsabilidades y oportunidades que esta inédita situación nos ofrece. Desde la perspectiva de Kentenich, ofreceremos algunas pinceladas al respecto.

En primer lugar, será bueno enfatizar que ninguna comunidad ni ningún contexto puede significar una excusa o una amenaza para el desarrollo del gran ideal del hombre lleno de alma. También esta situación por la que atravesamos puede provocar el desarrollo de personalidades llenas de espíritu. Es decir, personalidades fuertemente arraigadas en Dios, adhiriendo a Él con el corazón, la voluntad y el entendimiento, llegando hasta las ramificaciones más finas de la estructura del ser, se despliega el ser, el querer y el obrar. Junto con esta dimensión sobrenatural hay que afirmar que para Kentenich el hombre lleno de alma es el hombre comunitario, entusiasta, que asume desde adentro todas las vinculaciones queridas por Dios y que ante la ausencia de vinculaciones responde subsanándolas, trabajando por una plenitud de vinculaciones, por vinculaciones firmes y entrañables. En síntesis: en una dimensión extrovertida que el encierro no nos prive de la necesidad de vincularnos de alguna manera.

En segundo lugar, en una dimensión introvertida, para el hombre lleno de alma parece necesario un sano desarrollo de su núcleo interior. Allí guarda la experiencia del amor verdadero, de saberse acogido, aceptado e íntegramente querido en el plano natural y el sobrenatural. Hacer experiencia de vivir en el corazón de Dios es una experiencia liberadora. Así nos podemos situar ante los otros de una manera más gratuita, menos exigente. El núcleo interior es también el espacio del desarrollo de una espiritualidad más basada en actitudes interiores que en prácticas devocionales. De este modo, parece ser un buen tiempo para entrar, mirar, cuidar y alimentar nuestro núcleo interior. Ahí recordaremos que no somos solos por más de que en cierto modo sí lo debamos estar.

En tercer lugar, para este ideal del hombre lleno de alma, la pandemia invita a una gestión de espacios de relación y soledad. En relación, dice Kentenich, hay contención del prójimo amparándonos y haciéndonos cargo de las debilidades económicas, afectivas, psicológicas tan marcadas en este tiempo. En relación, también nos impulsamos entre todos a lo alto (y no nos tiramos para abajo). En relación, finalmente, somos responsables de sostener y soportar. Junto a eso, la cuarentena nos invita a la soledad. Kentenich la presenta como una oportunidad para estar a solas con Dios. La soledad para el cristiano nunca es insoportable por reconocer un Dios Trino, que está en cada uno amándolo y acompañándolo, en virtud de la gracia, de una manera inefablemente íntima y viva. Por lo mismo, tanto la relación como la soledad son oportunidades para asumirlas activamente, propositivamente.

En cuarto lugar, en esta tensión, la pandemia y sus respectivas medidas de resguardo puede ser oportunidad para generar una comunión de ideales. ¿Cómo se relacionan los ideales personales y los ideales comunitarios de manera tal que uno no destruya el otro? En esos casos se trata de que cada individuo, desde su interioridad, proyecte su propio yo en el ideal de comunidad de manera tal que deje de pensar que se es parte de una comunidad concebida como una mera masa y descubre que esa comunidad significa una porción de vida para cada uno. Para ello se deben aunar esfuerzos para generar una atmósfera comunitaria, un ideal de comunidad, una mentalidad comunitaria.

Finalmente, tal vez lo más importante y por eso lo más evidente de esta tensión, es el llamado a la solidaridad y a la responsabilidad. Sin embargo, Kentenich lo entiende no como un mero cumplimiento, sino como expresión de un amor fraterno, como un amor al prójimo. El desarrollo de la comunidad se da acentuando el apoyo y el servicio mutuo. No hay lugar para el subjetivismo ni para el individualismo. Para que sea responsable el hombre lleno de alma ha sido educado en el desarrollo de su autonomía y en el ejercicio de su libertad interior y también ha aprendido a decidirse libremente por sí mismo.

La pandemia nos ha recordado siendo parte de la comunidad y también que esta pertenencia tiene sus exigencias y posibilidades. De este modo es ineludible hacernos cargo de lo que nos corresponde y aprovechar las oportunidades de esta inédita situación. Inspirados por Kentenich, a modo de conclusión, hemos de recordar que el ideal del hombre nuevo es en la nueva comunidad. Es decir que no significa sólo persona y comunidad, sino también persona en comunidad.

Juan M. Molina


Para profundizar

– Herbert King, “El mundo de los vínculos personales”. Nueva Patris