La experiencia espiritual de los Santuarios de Schoenstatt

La experiencia espiritual de los Santuarios de Schoenstatt

Autor: P. Pablo Pérez, Director Nacional del Movimiento de Schoenstatt de Argentina*

Creemos en un Dios encarnado, que entró en la historia haciéndose humano. No cultivamos simplemente un vínculo in abstracto con Dios, sino personal y concreto.

En esta sesión del Sínodo nos hemos metido en la parte celebrativa de nuestra fe. Un rasgo fue la piedad popular de los fieles que busca el encuentro con Dios en un espacio concreto determinado. Son los santuarios.

El carisma de Schoenstatt, como todo carisma, es la acentuación de un rasgo particular de la vida de fe, común a toda la iglesia. Lo que vivimos en Schoenstatt no es algo exclusivo y privativo de los schoenstattianos, sino un regalo para toda la iglesia. Por eso me animo a dar este testimonio.

Los santuarios: lugares de encuentro

Dios vive en la ciudad. La Virgen, como Madre de Dios, también está presente. Lo está principalmente en los santuarios, templos y ermitas. En la arquidiócesis contamos con dos Santuarios de Schoenstatt: en Belgrano desde 1958 y en Recoleta desde 1995. Si bien no son santuarios canónicamente erigidos, sí lo son vitalmente: la fe de los peregrinos los hicieron santuarios. Se suman a estos santuarios numerosas ermitas en plazas, colegios, hospitales, estaciones de trenes y otros lugares públicos que acercan a María a sus hijos.

La vida es una gran peregrinación que queremos hacer con Dios. Eso queda manifestado en las grandes peregrinaciones. Pero también existen otras pequeñas y ordinarias. Los santuarios y ermitas son espacios de encuentro que quieren ser visitados cotidianamente. Cada día del cristiano quiere ser una peregrinación donde, como en Emaús, el resucitado se nos mete en nuestro caminar. Dios también es peregrino, y en ese encuentro, en el camino, nacen los santuarios.

La visita de María se prolonga a diario a las distintas Isabeles. María no se queda en los lugares de gracias, sino que sin demora y con solicitud maternal parte desde allí saliendo al encuentro de sus hijos. Expresamos esta verdad con el recorrido por el barrio de las imágenes de la Virgen peregrina.

Los santuarios: frutos de una Alianza de amor con María

Me gusta recordar siempre que los Santuarios de Schoenstatt no existen por apariciones de la Virgen, sino fruto de una Alianza de Amor del fundador y la generación fundadora con la Virgen. Ellos le pidieron a Ella que se estableciera en ese lugar, el Santuario de Schoenstatt original, y se comprometieron a vivir con radicalidad la fe como testigos de su presencia.

No solamente se consagraron a la Virgen, sino que hicieron alianza con ella. En las alianzas cada parte tiene que poner lo suyo. El Dios en el cual creemos es un Dios de la Alianza. Selló una Alianza de Amor con su pueblo escogido y Jesús, su Hijo, la renovó para siempre con su entrega en la cruz. Estamos llamados a entregarnos también nosotros en una vida de alianza que comenzó en nuestra alianza bautismal.

María, madre y educadora

Desde los comienzos de Schoenstatt se constató que María educaba. Lo hizo con el fundador y la generación fundadora, y lo continúa haciendo. Es parte de su tarea de madre. No es malcriadora, sino que sabe educar a sus hijos según el corazón de su Hijo. Dios educa a través de María. El pueblo fiel lo sabe y de allí que la celebra como medianera de todas las gracias.

María es la que escuchó el anuncio del ángel y se dispuso a la realización de la voluntad del Señor. Ella es la que nos continúa diciendo “hagan todo lo que Él les diga”. María te conecta con Dios para disponerte a su escucha. En esta iglesia sinodal donde queremos escucharnos esta dimensión es clave. Los santuarios son escuelas de escucha. Ella es la madre de la escucha.

La última ermita de la ciudad fue bendecida hace poquito en el Barrio Padre Carlos Mugica, ex Villa 31. Los vecinos le dieron voz a la Virgen y pusieron debajo de su imagen la siguiente leyenda: “Cuando pases por aquí espero tu mirada. Nada de lo que me pidas te negaré, si tu corazón sabe amar.”

Alguien comentó:

Lo particular de la imagen de la Virgen de Schoenstatt es su mirada. Dios te mira con los ojos de María. Dios te recibe y abraza con sus brazos y manos. Esta experiencia no te deja igual. Algo te pasa cuando te sentís tocado en lo profundo.”

El amor sana y cura, saca lo mejor de cada uno, transforma, ennoblece, potencia, quita el miedo y lanza a la aventura. El que se experimentó hijo amado se transforma en un valiente y creativo discípulo y misionero.

La Virgen del lugar hermoso

Schoenstatt es difícil de pronunciar. En la bendición de la ermita en la Villa 31 se popularizó su traducción. Ella es la Virgen del lugar hermoso. Eso es y significa Schoenstatt. Un lugar hermoso. Ella es la madre del amor hermoso, como reza una vieja advocación.

Por donde ella pasa, todo se transforma, en algo más hermoso. Se comenta que Ain Karen, el barrio de Isabel, después de su visita cobró un nuevo esplendor. En el paraje se puso todo más verde, nacieron nuevas y coloridas flores, los pajaritos trinaron más y se llenó de música. Ella quiere seguir haciendo del corazón de cada uno de sus hijos un lugar más hermoso.

*Ponencia del Padre Pablo Pérez sobre la experiencia de la espiritualidad popular en los Santuarios de Schoenstatt. Cuarta Jornada de Cierre del Sínodo de la Arquidiócesis de Buenos Aires el 6/11/2021.