Hoerde: Pentecostés de la Alianza de Amor

Hoerde: Pentecostés de la Alianza de Amor

Autor: Ana del Carmen Piovera
Edición: Tere Buteler


A cien años de Hoerde: su significado

(Tomado en parte de una charla del P. Alberto Eronti dada en Confidencia, Bs. As., en 2008)


¿Qué celebramos el 20 de agosto de 2019?

“Celebramos los 100 años de la Jornada de Hoerde,  llamada así por realizarse en la ciudad alemana que lleva ese nombre. En ella, el 20 de agosto de 1919, el Movimiento de Schoenstatt  adquiere la forma propia y autónoma que lo caracterizará en adelante, alimentado internamente por corrientes de vida e ideas propias, cuya fuente es la Alianza de Amor con María, sellada en el Santuario de Schoenstatt el 18 de octubre de 1914”(Declaración de las Federaciones en Argentina ante el centenario de Hoerde)

“Hoerde es la culminación del así llamado “primer Hito” que debe comprenderse como un proceso iniciado en 1912 con el comienzo de las tareas del joven Padre José Kentenich como director espiritual del Seminario Pallotino, que toca su punto cumbre en la Alianza de Amor de 1914 y culmina con el Pentecostés de un nuevo movimiento regalado a la Iglesia en Hoerde”. (op cit)

Hoerde es el fruto de la Alianza de Amor y la prueba de fecundidad y el regalo de la Madre de Dios a los congregantes que se consagraron a Ella en su Santuario.


El ayer: el proceso de fundación de Schoenstatt

El origen de la Obra de Schoenstatt debe comprenderse como el proceso de diez años de gestación laboriosa de su Fundador el Padre José Kentenich y los primeros. Por eso es bueno que hagamos una mirada al ayer y tengamos en cuenta los momentos especiales de la década que va entre 1910 – 1920.

En 1910, se llevaron a cabo dos grandes eventos. En primer lugar, la Ordenación Sacerdotal del Padre José Kentenich, y en segundo lugar, su primera misa. Sin este gran inicio nada hubiera ocurrido.

Por el año 1912, el Padre José Kentenich es nombrado Director Espiritual del Seminario Mayor de los Pallotinos. El 27 de octubre de ese año tiene la primera reunión con los muchachos y le expone su programa:

“Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos como personalidades firmes, libres y sacerdotales”. Y además les dice: “queremos crear una organización (nosotros, no yo, no haré nada sin ustedes) una estructura que sirva para todas las generaciones futuras”.

Al poco tiempo surgirá primero la Asociación Misional, donde irá madurando la idea de la fundación de la Congregación Mariana, que se realizará finalmente el 19 de abril de 1914. Hecho decisivo para la fundación del Santuario porque pone en el centro conscientemente a la Virgen María y el carácter apostólico que debía impulsarlos.

El 18 de octubre de 1914, se toma posesión del Santuario Original y el Padre y los primeros congregantes, seminaristas pallottinos, sellan la primer Alianza de Amor con María.

El Padre les entrega su secreta idea predilecta: “hacer de la pequeña capillita un Tabor, donde se manifiesten las glorias de María”, que es a la vez, “la acción apostólica más grande y la herencia más preciosa para las generaciones futuras”. En síntesis, la idea predilecta era:

Hacer de la Capillita un Tabor de María, para que Ella desde allí distribuyera sus gracias.

Realizar la Acción Apostólica más grande.

Dejar de este modo a sus sucesores la herencia más preciosa.

Practican desde ya como virtudes los dos valores subjetivos centrales desde los que se desarrollará en adelante y para siempre Schoenstatt: la libertad y la magnanimidad.

Después del 18 de Octubre, debido a que la guerra se había declarado, los congregantes son llamados a las filas. Se produce una sangría, una dispersión enorme porque los congregantes son enviados a distintos frentes y a distintas armas; no obstante los jóvenes comienzan a comunicarse unos con otros y con el Padre José Kentenich.

El Padre observa la vida y ve que la secreta idea predilecta se desarrolla. Se crea una enorme red de vasos comunicantes en la cual la vida de uno repercute en la vida del otro, unos sobre otros y así sobre todos.


La Jornada

El otoño de 1918 fue un tiempo de cambios radicales para toda Europa. El ejército alemán se derrumbó. El 11 de noviembre se firmó el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Para los primeros congregantes schoenstattianos, el campo de batalla había sido escenario de entrega y heroísmo. Finalizada la guerra, un gran número de jóvenes se había acercado a los muchachos palotinos conformando la pujante organización externa.

El Padre Kentenich asistía a ese despertar, fiel a su método: escuchando y observando atentamente.

El 2 de enero de 1919 la congregación interna reinicia sus actividades propias. Esto repercute sobre la organización externa, que quiere conquistar su espacio.

Alois Zeppenfeld, cabeza del grupo de la organización externa, quien después fue sacerdote diocesano de Schoenstatt, le propone al Padre organizar un retiro donde se reunieran la organización interna y la externa. El Padre no dijo nada. Esto provocó una vida muy grande. Algunos de los muchachos, un poco disgustados, llegaron a decir “si él no lo hace, lo haremos nosotros”.


El Padre quería tener la certeza de que era una iniciativa divina

Finalmente le da el sí a Alois Zeppendfeld y le escribe una carta dándoles “luz verde” para la realización de la tan anhelada Jornada.

La Jornada se realiza en Hoerde, un pueblo del norte de Alemania. El Padre les había dicho que asistiría, pero cuando llega el momento les avisa que no lo hará. Había decidido no ir. ¿Por qué? En este caso ocurre lo mismo que en 1912: “Nosotros, no yo, porque en este sentido no haré nada sin ustedes. No se trata de un trabajo pasajero, sino de una obra que dure toda la vida”. Dejó a Dios y a los jóvenes la confirmación de todo.

“Aquella histórica jornada de Hoerde fue un nuevo cenáculo, dónde veinticuatro jóvenes discípulos, junto a María, sin su maestro, recibieron nuevamente el Espíritu, un impulso para salir a vivir y compartir lo recibido. Fue el Pentecostés de la Alianza de Amor”. (P. Pablo Pérez, Carta de Alianza, junio de 2019)

En Hoerde se juntaron veinticuatro participantes: dieciséis estudiantes de Schoenstatt y ocho de otras universidades. De estos ocho, cinco habían pertenecido a la organización externa durante la guerra.

Se pusieron rápidamente de acuerdo en que la organización externa debía seguir, no en la forma de una Congregación Mariana sino en una forma propia y novedosa. El nombre de federación no surgió por primera vez en Hoerde, sino que ya había sido utilizado en conversaciones con el P. José Kentenich.

El Padre, como los grupos venían de distintas diócesis, vio la posibilidad de no unificar todo. Dejar que la vida se desarrollara con la vida, para que cada diócesis creciera y se fuera dando la propia estructura. En alemán “Federación Apostólica” se dice “Apostolischer Bund”Unión Común Apostólica: tener una unión común, con cosas en común y otras que diferencien.



El espíritu federativo con autonomía relativa es propio y lo tiene toda la familia de Schoenstatt

¿Qué se resolvió en esta fecunda Jornada?

El campo apostólico: orientar la tarea hacia las escuelas secundarias, las universidades, las academias y hacia todos los profesores  y estudiantes que pudieran alcanzar. El Padre muchas veces les había dicho: “debemos educar un tipo de hombre nuevo en la nueva comunidad y ¿dónde se educan comúnmente las personas? En las escuelas, en las universidades…¡esta es nuestra franja!”

Aparece la autoeducación como el gran campo personal donde trabajar. Debo educarme y auto-educarme.

Hablan de conquistar el mundo, acaban de perder la guerra y hablan de conquistar el mundo. Lo típico del ansia juvenil por lo grande y por lo noble.

Ponen de manifiesto el acento en la renovación religioso moral del mundo en Cristo. A este punto arriban después de una fuerte discusión sobre si la acción política, asistencial o social debía ser el objetivo de la federación. Llegan a la conclusión de que no, que el objetivo es la santidad.

Reconocimiento de los medios de autoeducación. El Horario Espiritual, el Propósito Particular y el trabajo sistemático en grupos se establecieron como pautas obligatorias.

Se define un Estatuto para la Federación: determinan que la formación de apóstoles laicos en el espíritu de la Iglesia es la finalidad de la Federación.

Se ponen de acuerdo que los medios ascéticos para llevar adelante este proyecto serán: tener un director espiritual, llevar el H.E. y el P.P. controlado diariamente por escrito, dar cuenta al director espiritual como se cumplieron y ejercer una actividad apostólica en todos los campos.

Alois Zeppendfeld se pregunta entonces: ¿Tenemos derecho a existir? Y si decimos sí ¿somos capaces de hacerlo? Pregunta a la cual contestará:

“Sí, somos capaces de hacerlo, pero con formas no existentes hasta ahora en la Iglesia (…) No nos contentamos con un simple apostolado, sino que queremos que el apostolado sea el primer, único y gran fin de la Federación”

 El Padre José Kentenich equilibrará esto más adelante agregando que también será necesaria “una intensa vida de oración”, la cual “les creará la fuerza interna capaz de todo apostolado”.

“Hemos formulado un programa. La Mater Ter Admirabilis es la Protectora de la Federación. Nosotros somos sus instrumentos. Nos hemos puesto a su disposición para la renovación religioso-moral del mundo en Cristo. Tenemos una idea muy grande, una idea que nos arrastra”.

 Y citando lo que se llamó el paralelo Ingolstad-Schoenstatt dijo:

“Lo que la Mater hizo en el siglo XVI es lo que pedimos que haga ahora”.

Consecuencias de Hoerde

Con la transformación de la organización externa en Federación, Schoenstatt sale – según las palabras de los muchachos – “fuera de los muros conventuales y se extiende a toda Alemania”. Y muy poco tiempo después, más allá también.

La pequeña congregación mariana, con su organización interna y externa, se transformó en el Movimiento Apostólico de Schoenstatt.

Es el inicio de una nueva obra, que integra y lleva más allá lo original de Schoenstatt: formar el hombre nuevo en la comunidad nueva, con la idea original de Pallotti. Tiene una meta, la de algún día unir todas las fuerzas espirituales de la Iglesia para superar la secularización que ya avizoraba proféticamente Pallotti en el siglo XIX.

Así es como, más adelante, nuestro Padre dijera: “después del 18 de octubre de 1914, Hoerde es el mayor acontecimiento de nuestra Historia”.

De ahora en más, el hilo conductor de todo lo que hará el Padre hacia el futuro tendrá de telón de fondo, formar el hombre nuevo en la comunidad nueva para la realización de esta idea que él anhela plasmar en su Obra como caso preclaro. Lo que llamamos la Confederación Apostólica Universal (CAU).



La llegada de la mujer

Cuando la organización externa se organiza y se transforma en Federación, lo primero que sorprende es la llegada de la mujer a Schoenstatt. El 8 de diciembre de 1920, el Padre invita a sellar Alianza de Amor con María a las primeras mujeres: Gertrud von Bullion y su prima María Christmann. Se da así, comienzo oficial y fundacional a toda la columna femenina de Schoenstatt. De ella surgirán después las Hermanas de María y las Señoras de Schoenstatt.

El Padre Fundador dijo en 1940, a los 20 años de la fundación de la Federación de Mujeres:

”Esta casi infinita fecundidad de la columna femenina de Schoenstatt se debe en primer lugar a aquellas que, por su modesta grandeza femenina, literalmente, se consumieron (por la Obra). Pienso sobre todo en Gertraud von Bullion… Lleno de respeto, me inclino ante su grandeza”.


El hoy de la Federación

La Federación se constituye con el tiempo en un estamento original, dentro de la gran estructura de la Obra de Schoenstatt junto con los Institutos y la Liga.

Así, a partir de las Federaciones iniciales: la de sacerdotes y la de mujeres se fundan las otras Federaciones de Schoenstatt que han tenido hasta hoy un desarrollo muy importante en el mundo.

La Federación de Familias es fundada por el Padre en 1946 en Alemania hasta que, en 1968, comienza su desarrollo universal: en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Austria, Sudáfrica, Estados Unidos, Suiza, Ecuador, España, Hungría, Polonia, Puerto Rico, México, República Checa, Portugal y aún más, ya que esta enumeración corresponde a datos del año 2009.

También la Federación de Madres fue fundada por el Padre en 1947 en Alemania y se extendió también por todo el mundo. Según datos de 2009, actualmente está presente en Argentina, Paraguay, Chile, Brasil, España, Estados Unidos, Sudáfrica, Simbaue, Portugal.

Por otro lado, la Federación de Presbíteros se ha extendido en Alemania, Suiza, Portugal, Argentina, Bolivia, Ecuador, Chile.

A su vez, la Federación de enfermos fue fundada por el Padre en 1950. Tuvieron buena expansión durante un buen tiempo. Ahora, como dicen ellos, “son un pequeño rebaño fiel”. Sí, siempre fieles a la emblemática frase “la federación soy yo”, esperando su momento hacia el futuro.

Por último, la Federación de Mujeres fue fundada por el Padre en 1951. Y se han desarrollado en Alemania, Chile y Argentina.


Los Principios de la Federación hoy son patrimonio de toda la Familia de Schoenstatt y tal vez en un futuro también de la Iglesia

Estamos ante un mundo que cada día necesita más de apóstoles formados, autónomos, con fuerte vida interior y cultivo del espíritu, formados bajo la protección de María y al servicio de Ella.

En Hoerde se fijó una opción clara:

 Schoenstatt es y será siempre, ante todo y en primer lugar un movimiento de renovación religioso-moral. Las altas exigencias de autoeducación, con sus medios propios y el permanente cultivo del espíritu le aseguran un camino de crecimiento lento, pero deliberado. Desde allí, y siempre unido a esto, se desprenderán los movimientos sociales, políticos, económicos y de unidad y apostolado intra y extra eclesial que el mundo necesita.

No olvidemos que la meta es la renovación religioso-moral del mundo en Cristo para realizar lenta y progresivamente la “gran idea mamut”: la  C.A.U., hacia la cual nos veremos siempre impulsados por el Padre desde el cielo en la fuerza de su gran amor: “Dilexit Ecclesiam”.

Sin Hoerde, sin la Federación, hubiera sido muy difícil la Obra de Schoenstatt.

El Padre Kentenich comprobó, en y desde Hoerde, que su secreta idea predilecta era de Dios. Que él no había manipulado nada y que “la casi inimaginable expansión de la Obra hubiera sido imposible sin este gran acontecimiento que hoy estamos celebrando”.

Con todo esto no debemos temer, sólo nos queda, lanzarnos hacia el futuro y dejarnos nuevamente impulsar, como los primeros, por el último mensaje que escribió nuestro Padre:

“Alegres en la esperanza, seguros de la victoria, con María, hacia los tiempos más nuevos”.