El ayuno, punto de partida

El ayuno, punto de partida

En el recorrido de este tiempo de gracia, de introspección, de buscar y revisar, la iglesia nos propone como guías el ayuno, la oración y el amor puesto en obras. Iniciamos el camino hoy, Miércoles de Ceniza y lo hacemos dejándonos interpelar por el desierto de Jesús.

Autor: Hugo Barbero, Federación de Familias, Mar del Plata

¿Por qué Jesús pasa 40 días en el desierto? ¿Cuál era la razón? ¿Necesitaba, acaso, expiar culpas por acciones u omisiones que ofendieran a Dios? ¿Él? ¿Tan luego Él? Seguramente que no.

La razón debió haber sido otra y la respuesta a estas preguntas hay que buscarla en la naturaleza humana de Jesús, esa naturaleza que comparte en todo con nosotros, menos en el pecado.

La respuesta no está en la expiación. La respuesta está en el anhelo, es decir en el deseo ferviente.

La ascética de Jesús no tiene otro fin que vivir en la íntima comunión con su Padre, que lo envió.

En ese deseo ferviente de intimidad paterno/filial se aísla, se aparta, se desprende de todo aquello que pueda interferir, aun mínimamente, con esa unión profunda. Se desprende no sólo de lo accesorio, si no de lo necesario, es más, también de lo imprescindible.

Más adelante dirá que “No solo de pan vive el hombre”, pero aquí se desprende de ese pan imprescindible y busca sustentarse solo con La Palabra, esa Palabra que el desierto, el silencio y la soledad transformarán en mensaje.

¿Y yo…? ¿Qué es lo accesorio en mi vida? ¿Qué es lo esencial en ella?¿Qué se interpone entre lo accesorio y lo esencial? ¿De qué debo ayunar en este viaje que me lleva de lo accesorio a lo esencial, al sentido de mi vida querido por Dios?

Tal vez renunciar a mi comodidad, a mi ego que busca crecer continuamente, a algún privilegio, a una vida descomprometida, a… Tal vez mirándome en profundidad y silencio me digo que es tiempo de ayunar, no solo de pan y entonces surgen más preguntas ¿ayunar de qué?

¿Por dónde empiezo?

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado (Jn, 4,34). En sus palabras y en sus obras Jesús no sabe de otra consigna sino de girar siempre en torno al Padre. Brújula de sus pasos es la voluntad de Dios. Y si Él, el Padre, así lo quiere, incluso las necesidades más urgentes habrán de pasar decididamente a un segundo plano”.P. Kentenich (Cristo es mi vida, p. 26)