Para que Cristo nazca de nuevo

Para que Cristo nazca de nuevo

Autora: Hna. María Julia Agüero

Milagro de la Nochebuena, Navidad, cuarto hito de nuestra historia de Schoenstatt. ¿Por qué están tan estrechamente vinculados?

Son muchos los hilos con los que Dios fue entretejiendo esta historia. Vamos a intentar hacer foco en algunos.

Dios elige un tiempo

Dios, eligió un tiempo propicio para hacernos el regalo inmerecido de la Encarnación: “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”. Gal 4,4

Así entonces, Dios se vale de todos los acontecimientos, los difíciles, los alegres, los dolorosos para preparar su irrupción en nuestra historia.

Para el nacimiento del Jardín de María, Dios elige un tiempo en la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial. El telón de fondo es una página oscura sobre la cual brilla más clara aún la luz de la irrupción de lo divino.

Y un tiempo litúrgico: la Navidad, que es un tiempo de niños, de profunda alegría, de asombro, de sorpresa.  El tiempo de la Navidad, muchas veces, nos trae nostalgias de la niñez, de la cercanía de nuestros seres queridos, de recibir regalos como expresión del amor. Un tiempo lleno de magia que nos dejaba anhelo de cielo. Hay que ser como un niño (cf. Mt 18,3) para aceptar el gran misterio de la Nochebuena: el Dios creador, infinito y omnipotente se hace uno de nosotros, un bebé, una creatura totalmente dependiente e impotente en el seno de una joven… y todo para regalarnos la Redención. ¡Así es nuestro Dios! Nos deja boquiabiertos por la abundancia de su amor. Son los niños los que pueden aceptar un gran regalo y alegrarse aún sin comprender.

Este es el contexto que Dios eligió para el Jardín de María y el Milagro de la Nochebuena en Schoenstatt.

Como los niños, pero no es un juego

Lo que nos pide Jesús: ser como niños, no es equivalente a un juego. Tampoco lo fue la Nochebuena de 1941 cuando la Hna. Mariengard y las 55 Hnas. jóvenes se esforzaban en conquistar, con la oración y los muchos sacrificios, la libertad del P. Kentenich, que se hallaba preso por la Gestapo a en la misma ciudad donde ellas vivían. Podemos imaginarnos el ambiente en el que estaban sumergidas. Coblenza fue destruida en un 70 por ciento por las bombas, tres veces bombardearon en el hospital en el que estaba la Casa Filial.

¿Cómo mantener el espíritu en alto, en medio de la crueldad de la guerra, que puede embrutecer el corazón? Cada día llegaban heridos, mutilados, a los que las jóvenes Hermanas debían atender. Hasta 3 veces por noche sonaban las sirenas ensordecedoras, alertando inminentes bombardeos, y tenían que obrar rápidamente para proteger a la mayor cantidad de heridos en el refugio antiaéreo. 

Toda la simbología con la que está revestido el Jardín de María, si no la vemos en la perspectiva correcta, puede hacernos desviar el rumbo hacia un romanticismo muy lejos de la realidad histórica.

Ya nos advertía el P. J.K. en la Jornada de 1950: “no deben considerar la historia pasada, la gran época de la Familia (refiriéndose también al 20 de enero y su entorno, a la misión del Jardín de María) como un cuentito especialmente querido: “Había una vez…” y que luego se olvida.  No, no, es la cumbre de la historia.  En ella nos fueron ofrecidas tantas fuerzas divinas, que no podrán desatarlas tan fácilmente. Necesitamos decenios y siglos –escuchen bien porque lo que digo ha sido pensado a fondo- para desatar lo que se unió, lo que fue entrelazado en aquel entonces. Por eso, quien quiera conocer a la Familia, tiene que profundizar con amor la historia de aquel entonces.”

Creer en la misión que Dios regaló

Y en la misma Jornada afirma: “sólo aquel que posee ese marcado sentido para percibir la realidad sobrenatural, posee el Espíritu de Dios, posee la capacidad, el órgano para poder comprender en algo este mundo.”   “Y quien no esté convencido de ello, quien no vea nada más que el aspecto temporal de la obra, quien no vea y acepte a la obra dentro del orden sobrenatural objetivo, jamás podrá ser dirigente; podrá ser un usufructuario, pero jamás podrá compartir responsabilidades.” Agrega: “quien quiera dirigir a la Familia, ya sea como cabeza o como miembro, debe (…) beber de estas fuentes de fe y vida.  Quien no bebe de ellas, tarde o temprano se equivocará (…) No piensen en la mayor o menor genialidad; no, deben considerar si posee la capacidad (…) para percibir la realidad divina, ese instinto divino que capta lo divino en la Familia, que se inclina ante lo divino y que ayuda para que triunfe lo divino.”

La llave para entrar al Jardín de María

Y cómo entrar en este mundo, entonces, él mismo nos propone: “primero tendríamos que tratar de encontrar la llave que abre la puerta.”
Él mismo se la da al P. Menningen cuando, después de compartirle su decisión de no pedir ser revisado nuevamente para evitar ir Dachau (20 de enero 1942) y le pide:

“Te ruego que comprendas la respuesta (su decisión) a la luz de la fe en la realidad de lo sobrenatural y de la comunidad de destinos entre los hijos de nuestra Familia.”  J.K. 1942

Aquí están los dos pilares, las dos columnas del Jardín de María: la fe en que Dios realmente obra en mi vida, lo que sería vivir de la realidad del bautismo y fe en que estamos unidos y entrelazados, es decir, vivir lo que profesamos del cuerpo místico de Cristo.

Así, pidiendo el “Milagro de la Nochebuena” (que el P. Kentenich sea liberado para la Nochebuena) el Jardín de María ofrecía por el P. Kentenich los sacrificios de un tiempo de guerra, su aspiración a la santidad, por la libertad del P. Kentenich, y él, ofrecía sus sacrificios de la vida en la cárcel y el Campo de Concentración, su oración, para que toda la Familia sea interiormente libre. Esto se expresaba en cultivar las flores del jardín del corazón, un Jardín de María. Y a su vez era expresión de la comunidad de destinos, la unión en Cristo.

El primer milagro de la Noche Buena en la Familia de Schoenstatt: el regreso sano y salvo del P. Kentenich, y la no destrucción del santuario y de Schoenstatt, se realizó el 20 de mayo de 1945, que ese año era el día de Pentecostés, coronación del Tiempo Pascual.

Sentido del Jardín de María

Una vez que el P. Kentenich regresa, el Jardín de María sigue vigente, porque su tarea es, como pequeñas Marías: “unirse con Cristo. (En el) corazón de la Madre de Dios todo tiende hacia Cristo. … María, la que ha dado a luz a Cristo y la que es portadora de Cristo.
El segundo aspecto. No debemos creer que vivimos el cristianismo en toda su plenitud sí no vamos, en y con Cristo, hacía el Padre. Tenemos que girar en torno al
(deseo y la voluntad del) Padre. JK 1950

Con el exilio, el Milagro de la Nochebuena, se hizo nuevamente anhelo urgente y profundo, que llevó a una entrega mayor aún, a la profundización de la fe y a responsabilidad mutua (las dos columnas del Jardín de María arriba mencionadas)

El cuarto hito, el segundo milagro de la Nochebuena

El regreso del P. Kentenich del Exilio a Schoenstatt se realiza en la fecha exacta de la Nochebuena, el 24 de diciembre de 1965, el P. Kentenich, después de 14 años vuelve al santuario original, y celebra la Misa de Navidad. Es una confirmación de Dios quien desea que, desde el santuario, María dé a luz nuevamente a Cristo para nuestro tiempo.

Este hito cierra el arco que se abrió con el primero:

  • 18 octubre 1914: anunciación: escuchar a Dios, dar un sí a su voluntad
  • 20 enero 1942 (20 mayo 1945): Gólgota, Cruz, Victoria
  • 31 mayo 1949: en la fuerza del Espíritu, Pentecostés
  • 24 de diciembre 1965: milagro de la NB, para que desde nuestro santuario Jesús nazca de nuevo

Con la Mater, vivir desde nuestro santuario, la vida de Jesús

Desde Dachau el P. Kentenich dicta esta oración de Laudes que expresa el sentido:

Tu santuario es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija. (…) Para que nuestro tiempo pueda mirar la Luz eterna, erigiste benignamente a Schoenstatt. Como Enviada de Dios y Portadora de Cristo, quieres, desde al santuario, recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge nuevamente al Señor en mi alma, y, al igual que tú, me asemeja a él en todo; hazme portador de Cristo a nuestro tiempo para que se encienda en el más luminoso resplandor del sol.
(cf. Hacia el Padre, Oficio, Laudes)

Y así, desde el santuario llevemos todos la luz de Cristo en nuestras vidas, nuestro entorno, nuestro mudo, y se realice el tercer milagro de la Nochebuena.


Literatura recomendada:

  • El Jardín de María y el 20 de enero
  • Jornada Octubre de 1950
  • Conferencias de Roma