El milagro de la Nochebuena

El milagro de la Nochebuena

Autor: Padre Pablo Pérez, director nacional

¿Cómo llegamos a esta Nochebuena? 

Sirve, antes de celebrar, que cada uno se responda sinceramente esa pregunta. No para moralizar, sino para conectarse desde la propia realidad con el misterio que Dios nos regala. Como ejemplo, algunos llegamos como los pastorcitos. No se prepararon nada. Ellos estaban ahí, haciendo lo de siempre, como siempre y de golpe los ángeles les dan la noticia y ellos van. Otros llegan como José y María. Sí se venían preparando, porque un embarazo te lleva a eso. Pero, a último momento, les salió este edicto y tuvieron que rápidamente emprender el viaje a Belén y el nacimiento también los tomó de improviso. Los reyes magos son los más experimentados y sabios. Vienen transitando un largo camino, a paso firme, sin prisa pero sin pausa, siguiendo la estrella. De hecho, llegan más tarde, pero bien predispuestos y con regalos.

La Iglesia nos ayudó en esta preparación. Es el sentido del tiempo de Adviento. Al comienzo de este tiempo litúrgico vimos los distintos signos que nos mostraban que es un tiempo distinto con su gracia particular.  Los colores: el morado, color del crepúsculo cuando amanece, nos habla de la cercanía del Sol naciente, Cristo; el rosado como color de la alegría de lo que está por llegar. La corona de Adviento, que domingo a domingo se fue encendiendo cada vez más, ahora brilla e ilumina en su máximo esplendor.

El pesebre atrae y convoca

Dentro de esos signos de Adviento, veo como el más folclórico y pintoresco al pesebre. El Papa Francisco nos invita a continuar con esta vieja tradición que nos regalara San Francisco de Asís. El pesebre, no como decoración sino como lugar de oración. ¿Hemos rezado en el pesebre en este Adviento? Si no lo hicimos, ¡hagámoslo durante toda esta Octava de Navidad! Ante las peleas propias de la vida familiar, justamente el misterio del pesebre nos habla de un niño que nace uniendo a esta Sagrada Familia. 

Los pesebres son creativos e ingeniosos. Lo soportan todo. Uno los ve y siente ganas de poner lo suyo también. En las casas los niños les ponen sus juguetitos. El pesebre es pobre. Sin embargo, ¡cuánta riqueza nos da el hecho que allí se haya encarnado Dios! Para que esté en nuestras vidas solo hay que abrirle. No nació en otro lugar porque no se lo abrieron. Abrámosle todas las puertas de nuestra vida a la Virgen para que allí dé a luz a su Hijo. ¡Por más macanas que hayamos hecho! Los animales seguramente hicieron lo suyo en esos establos y sin embargo Dios no dejó de nacer ahí. Muchas veces, cerramos las puertas porque no nos gusta lo que hay adentro o el espacio ya está demasiado ocupado con lo que queremos.

La tradición de los regalos

Desde muchos siglos conservamos esta tradición, expresión del gran regalo que Dios nos hace en la Nochebuena: el nacimiento de un salvador. Celebramos a un Dios que no nos salva de un día para el otro. Lo hace no solo con el crecimiento y maduración de un niño, sino de todo un pueblo. Y de ese mismo pueblo nace el salvador. Hay toda una enseñanza de vida allí. Porque muchas veces pretendemos soluciones instantáneas para nuestra vida. Pidamos al niñito Dios el regalo de la paciencia.

Es increíble lo que los niños despiertan en uno. Jugando con ellos uno es capaz de hacer muchas ridiculeces graciosas. Ante sus necesidades nos movilizamos y sacamos fuerzas de donde no creíamos tener. Es lo que intenta el niñito Dios en nuestras vidas. Sacar lo mejor de nosotros, lo más noble y puro. Pidámosle también ese regalo para que cambiemos nuestra vida desde lo más profundo.

El niñito Dios se acercó a nosotros. Qué bueno sería poder acercarnos nosotros también cada vez más a él, hasta identificarnos con él por completo. Sería el regalo del renacer, volver a empezar. Si decimos que cada día empezamos de nuevo, ¡cuanto más, decirlo en Navidad! Porque en eso consiste la santidad: en tener cada día el valor de empezar de nuevo.


Padre Pablo Pérez
Director Nacional