Encuentros que marcan el corazón

Encuentros que marcan el corazón

Autora: Rocio Rossi

Colaboradora: Chunii Gómez

 

“Mi 2018 fue para mí un poco caótico. Uno de mis más grande apoyos fue, y es, mi novio, al cual veía mucho más feliz desde que se enamoró de la Mater. Tanto él como sus amigos contaron sus experiencias y nos animaron a un grupo bastante grande de Acción Católica, a sumarnos a la misión Fons Vitae”.

Considerando que fue mi primera vez misionando, no sabía qué hacer ni cómo actuar. Como nos dijo una de las chicas que coordinaban, cada uno tiene algo para darles a las personas que misionamos; y la verdad era que yo en ese momento había llegado a Maciel un poco vacía. Sin embargo comencé a descubrir que la misión no se trataba sólo de dar, sino de también recibir. Es dejarse misionar por aquellas personas que uno visita.

Eso mismo lo viví con una señora que visitamos y nos hizo pasar a su casa. Capaz que su relato no fue uno de los más asombrosos, pero me ayudó a mirar mi vida, mi familia, desde otra perspectiva y a ayudarla a ella a que se sienta más libre y en paz.

 

Encuentros que marcan el corazón

Después de charlar con otra vecina del pueblo, fuimos a la radio. Nos habían dado un espacio para compartir sobre la misión. El locutor y nosotros dos (mi compañero de misión Renzo y yo) nos sentados frente al micrófono con la Mater peregrina en el medio. Nunca había sentido tanta tranquilidad haciendo un programa. Comprobé eso que tantas veces nos dijeron:

“dejen que la Mater actúe sobre cada uno de ustedes y les de las palabras necesarias”.

Al segundo día fuimos a visitar a Gregorio, un señor que vive solo con sus dos perros. Él ya nos estaba esperando. Renzo, Ani y yo éramos un grupo muy charlatán, pero ese día pasó algo extraordinario. Este hombre que visitamos tiene problemas auditivos y, además, había perdido su audífono, por lo que esa mañana solo consistió en escuchar y aprender.

Comenzó contando las historias de cómo sus hijos lo dejaron solo en las fiestas y de cómo su familia lo hace a un lado por tener problemas con el alcohol. Sus lágrimas, te partían el alma. Pero lo increíble eran sus historias de vida, sus andanzas y enseñanzas, su forma de vivir como ‘ciruja’ y sus payadas sobre cualquier tema que le pidas. Antes de terminar la visita, Renzo le regaló su cruz del misionero y lo invitamos a pasar la tarde con nosotros. Así fue como a las 18:00 hs. se hizo presente en San Cayetano, habló con Aldito y después de la bendición del Padre Sergio, compartió con nosotros la misa y tomó la comunión.

 

Salir al encuentro del hermano

Al tercer día la radio volvió a invitarnos a participar en uno de sus programas, ahora ya éramos tres voces las que hablábamos de la Fons Vitae. Ese día nos dimos cuenta de que nuestro salir a misionar no sólo fue las puertas que tocamos, si no que misionamos en cada familia que sintonizaba la radio mientras nosotros estábamos allí. Nos sentamos a hablar como si estuviésemos en la casa de cada uno de ellos, y así llegamos a más personas.

La última noche de misión fue la entronización de la imagen de la Mater junto con el pueblo. Mi comunidad fue la de San Cayetano, estábamos alejados de lo que es el centro de Maciel, y las realidades que vivían esas personas eran muy diferentes. Los niños que jugaban cada tarde con nosotros, venían con una sonrisa en la cara que te demostraba lo agradecidos que estaban de tenerte ahí. Cada día se sumaban más niños  y el último día no se querían ir.

Fueron un conjunto de pequeños momentos los que hicieron que vuelva totalmente llena de la misión. Nunca hubiese pensado que tendría el mejor regalo del Niño Dios: conocer a la Mater.