La lucha por la auténtica libertad

La lucha por la auténtica libertad


Dice Herbert King que toda libertad es libertad vinculada y toda vinculación quiere darse en libertad. La frase sintetiza una de las tensiones más abordadas dentro de la espiritualidad schoenstattiana y sirve para presentar esta reflexión en torno a la libertad, uno de los grandes misterios del hombre de todos los tiempos. Misterio que en este 2020, año de vivencias tan particulares para la historia de la humanidad (y de Schoenstatt) se resignifica y nos vuelve a interpelar.

Con ese espíritu, un grupo de schoenstattianos (2) se reunieron virtualmente cada semana de junio y julio para investigar y dialogar sobre este tema que apasionaba al P. Kentenich. Aquí comparten algunas de las conclusiones fruto de estos encuentros enriquecidos por diversas perspectivas.



Autor: P. Juan José Riba



La verdadera libertad para ser creadora está fundada en Dios. Esta está unida entrañablemente a la verdad, sin la cual no se puede ser libre. Implica una unidad tensional entre la libertad de Dios que es absoluta y la humana que es relativa (en relación a su naturaleza biofísica, a su entorno sociocultural, a su historicidad, etcétera). Por ello la libertad está íntimamente unida a la verdad de Dios y del hombre. Esta verdad no es dogmatismo, el cual es, en el fondo, un estado de pereza mental que nos esclaviza y no nos deja ser libres.

La libertad humana se basa en que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Nos creó personas humanas. Ser persona es tener un núcleo, una mismidad desde la cual “se despliega la acción libre a partir del genio del yo, de su amor fundamental y de su intuición humana” (Guitton). Esto tiene como consecuencia pedagógica inmediata el respeto y la educación del núcleo de la personalidad (en lenguaje schoenstattiano, el “Ideal Personal”, nuestro proyecto de ser y tarea que tenemos en la vida, que Dios depositó cual semilla en cada uno para desarrollarlo). Esto implica conocimiento de uno mismo, magnanimidad, empuje y realismo, entraña ascética y mística, gracia y esfuerzo, “nada sin tí, nada sin nosotros” para conquistar nuestro mejor yo. Esta semilla busca desplegarse primero en uno mismo, luego en la familia y finalmente en la sociedad.

Nuestra libertad sufre, por lo tanto, etapas y va madurando a través de ellas.

El hombre, como decía Ortega y Gasset, es “su yo y su circunstancia”. La libertad en lo socio cultural se vuelve difícil, casi imposible en nuestros días, cuando se impone sutilmente desde arriba. Percibimos que en occidente tenemos el peligro de estar inmersos en democracias vaciadas de valores e instrumentadas por los poderosos con sus múltiples resortes de influencias, los cuales buscan que pensemos y actuemos de manera uniformada (pensemos por ejemplo en el megapoder de la información orientada, la influencia negativa de las redes, la atmósfera envenenada e individualista, una democracia temerosa de cuidar y jugarse por valores fundamentales que trascienden lo fáctico y palpable). Existe un serio peligro de totalitarismo en ciertas ideologías que vacían la verdad del hombre y descabezan la trascendencia. Un mandato de esta hora para cuidar y promover la libertad personal es la encarnación de un nuevo liderazgo que viva ejemplarmente la libertad y ayude a realizarla.

La familia es la cuna de la primera libertad de todos nosotros, donde la figura del padre y de la madre, los hermanos juegan un rol fundamental en su gestación. Aquí se ve que la libertad está hondamente unida al amor personal y familiar. Sin la responsabilidad del amor y de la fidelidad a los vínculos se le quita a la libertad y esto nos lleva inexorablemente al individualismo, a “vivir encorvados sobre nosotros mismos” y no descubrir que ella se realiza en la comunicación con los demás.

La libertad se ejerce en el presente. El P. Kentenich decía que el hombre libre tenía capacidad de decisión y de realizar lo decidido. Es capaz de optar con todas sus consecuencias ya sea en un vínculo personal, en su carrera o profesión, en su vida pública. Al mandato de Kant “atrévete a pensar” hay que completarlo con “atrévete a optar y a realizar lo que has elegido” personalmente.


1 | El título de la nota fue el mismo título de un retiro espiritual que el Padre Kentenich predicó para sacerdotes en el año 1946.
2 | Hna. María Julia Agüero, Gastón y Luciana Luchetta, Pablo Macaya, Alejandro Ambrossini, Augusto Reyna, P. Juan José Riba.