Corazón de niño

Corazón de niño

Autoria: Pierina Monte Riso

“El sentido de ser hombres es hacerse niños” (P. Kentenich, Niños ante Dios, pág. 99)

Celebramos el día de la niñez, y en ese contexto queremos reflexionar sobre lo que significa ser niños ante Dios y cómo podemos vivir esa realidad.

Santa Teresita, religiosa carmelita y Doctora de la Iglesia, descubrió a través de su propia vida la importancia y centralidad de lo que Jesús decía al referirse a que tenemos que ser como niños para entrar en el reino de los cielos. (Cf. Mt 19,14)

Ella se sintió llamada a vivir el camino de la infancia espiritual, donde el ser y el actuar del niño es la clave y el criterio para relacionarnos con Dios.

El Padre Kentenich fue conociendo también este camino y lo consideró parte fundamental de la espiritualidad de Schoenstatt, ¿por qué? Porque parte del misterio de Cristo, el Hijo del Padre, quien al encarnarse vivió a partir de una actitud de amor y confianza filial plena y es modelo para nosotros:

“ Si Dios es en esencia padre y posee un sentir de padre, entonces el hombre debe ser en esencia niño y tener un sentir de niño” (Niños ante Dios, pág. 46)

¿En qué consiste, entonces, este “Ser niños ante Dios”?

En primer lugar, en tener una imagen paternal de Dios.

La consideración de este aspecto es muy importante para que la persona pueda desarrollarse en un ambiente de libertad filial. Debemos partir de la certeza: “Dios es Padre, Dios es bueno, bueno es todo lo que Él hace”. El P. Kentenich dirá que Dios nos revela esto en la historia de la salvación a través del ser paternal de Dios y de la encarnación de Cristo, en quien podemos vislumbrar esa relación paterno-filial y la imagen misericordiosa de Dios.

Ser niños a imagen de Jesús

En segundo lugar, consiste en ser niños a imagen de Jesús.

Si leemos el Evangelio, nos adentraremos en la comunión de Jesús con su Padre, en esa relación íntima y profunda. Podemos preguntarnos: ¿cómo era Jesús con su Padre Dios? ¿Cómo y cuándo le hablaba? ¿Sobre qué temas hablaba? ¿En qué lugares?

Podemos ver en Jesús ese ser niño ante Dios. Ser niño es tener una actitud filial de vinculación espontánea con Dios, de escucha atenta a su Palabra, de querer hacer lo que alegra al Padre, de amor filial profundo.

Podríamos decir que es una actitud de confianza y dependencia filial. De confianza ya que Jesús conoce al Padre, sabe que quiere lo mejor para Él, se deja conducir por Él, busca hacer su voluntad. Y en este sentido, es dependiente de Él, ya que le entrega su voluntad a quien ama y se deja educar por Él. Un hijo, puede decir “Sí, Padre” en todas las circunstancias solo porque confía en Dios.

Un regalo divino

Ahora bien, la gracia de la filialidad es un don que viene del Espíritu Santo quien nos ayuda a decir “Abbá, Padre” en toda situación. Es una forma de ver la vida basada en la fe práctica en la divina providencia, en donde descubro en todo y a través de todo la mano paternal de Dios. (Niños ante Dios, pág. 93)

María educa nuestro amor filial

María es la hija fiel del Padre. Ella es hija y Madre, compañera y colaboradora de Jesús. Es madre porque es hija. Es fuerte porque reconoce su pequeñez y se deja conducir por Dios teniendo la certeza de su amor. Todo esto podemos verlo reflejado en el Evangelio. Es hija en todo momento, especialmente en la cruz, donde no comprende, pero cree, confía.

Ella es Madre y educadora, pero, como dice el P. Kentenich, “su fuerza educativa depende de que nos dejemos modelar filialmente” (Niños ante Dios, pág. 520)

¿Cómo podemos vivir la infancia espiritual?

  • Mirando la relación filial de Jesús con el Padre, especialmente leyendo el Evangelio.
  • Pidiendo al Espíritu Santo en don de la filialidad.
  • Siendo sinceros y espontáneos en la oración diaria, manifestando a Dios nuestro mundo interior.
  • Confiando en que todo sucede para nuestro bien, ya que Dios nos conoce y quiere lo mejor para nosotros. Por eso, decir cada día: ¡Sí, Padre!
  • Poniendo todo, nuestras decisiones, nuestros problemas y circunstancias en manos de Dios. Podemos hacer una lista y dejarla en nuestro santuario hogar.
  • Meditando sobre María, como hija del Padre y pidiéndole que eduque nuestro corazón.
  • Rezando la oración: “Asemejaros a Ti”.
  • Reflexionando sobre nuestra imagen de Dios: ¿Creo realmente que Dios es mi padre y que soy su hijo? ¿Qué consecuencias tiene eso en mi vida diaria?
  • Rezando el Padrenuestro como hijo, prestando atención y reflexionándolo a partir de nuestra vida.
  • Reconociendo nuestros límites, debilidades, defectos y pidiendo ayuda a Dios.
  • Leyendo vidas de santos que se destacaron en la filialidad.

“La infancia espiritual, concebida como ser niño y sentir de niño, es sencillamente el camino al cielo” (Niños ante Dios, pág. 46)