Carta de Alianza julio 2020

Carta de Alianza julio 2020

Querida familia de Schoenstatt de Argentina:

¡Bendecido día de Alianza! Resultaba muy difícil hablar de otro tema que no fuera el COVID-19 y las consecuencias de la pandemia cuando una teóloga de apellido difícil, von Teuffenbach, logró que los schoenstattianos nos desenfocáramos y mudáramos cabeza y corazón a otro tema, totalmente impensado. Esta señora lanzó una sospecha sobre el P. José Kentenich. Al principio fue muy difícil entender de qué se trataba la publicación y por qué motivo publicaba eso, y un mar de interrogantes se abrió en nuestras propias narices. ¡Cuánta confusión y desorientación en un comienzo!

Ya pasaron unos días de aquel tsunami y las aguas se han ido aquietando. Comenzamos a ver el horizonte con más claridad. Gracias a Dios, no hay asidero alguno que fundamente las acusaciones. Podemos estar tranquilos. Sin embargo, involuntariamente se abrieron preguntas al interior de nuestra familia de Schoenstatt que, lentamente, mientras el tsunami se retira, tenemos que recoger y elaborar entre todos. 

Causas más complejas del exilio

El epicentro de la cuestión se enfocó en las causas del exilio. Muchos se han molestado al ver que el tema era más complejo y, en general, se tendió a abordarlo más superficialmente. En resumen, no había una claridad meridiana al respecto. De puño y letra del Padre Kentenich, leímos que la causa de su exilio era la incomprensión de la jerarquía ante la novedad de la espiritualidad, pedagogía y carisma de Schoenstatt. Con el correr del tiempo, se supieron más detalles a partir de los que se acuñó la teoría de las cinco causas del exilio: lo tradicional, los problemas con los pallottinos, los cortocircuitos con la jerarquía eclesiástica, el vínculo con las Hermanas y la propia personalidad del Padre Fundador. Pero estas investigaciones no tuvieron una mayor divulgación quedando olvidadas en páginas archivadas, salvo alguna excepción, como la reconocida biografía del Padre Kentenich escrita por el P. Hernán Alessandri. 

Pastoralmente, lo presentado era únicamente aquello que nuestro fundador había manifestado en un primer momento: incomprensión del carisma. Por pudores y respeto a la intimidad de personas vivientes y a las comunidades de la gran familia de Schoenstatt no se buscó aclarar más el tema.

Es una lástima que, como cabezas de la obra de Schoenstatt no hayamos tenido la lucidez de presentar y explayarnos más en la multiplicidad de factores que produjeron el exilio del P. Kentenich con anterioridad y no recién ahora, haciéndolo a la fuerza y para responder a una acusación, lo cual hace desconfiar. 

Pero Dios escribe derecho en renglones torcidos y veo aquí su querer. Él usa todo para el bien de sus hijos y su mayor gloria. De ninguna comunidad de Schoenstatt hubiera podido venir un cimbronazo de este calibre que nos llevara a explicitar viejas heridas de nuestra familia. Tenía, sí o sí, que venir alguien de afuera para hacerlo. Nosotros, por cariño y respeto, o de última, por no generar conflictos, no hubiéramos ahondado en estas causales.  

Suerte de profeta

Visto en una perspectiva más global, estamos haciendo historia. O Dios está haciendo historia con nosotros. Somos todavía parte de la fundación del carisma, aunque tengamos 100 años “oficiales” de vida. No deberíamos sorprendernos que haya ocurrido lo que pasó. El P. Kentenich manifestó: “Quien tiene una misión ha de cumplirla, aunque nos conduzca al abismo más oscuro y profundo, aunque exija dar un salto mortal tras otro. La misión de profeta trae siempre consigo suerte de profeta.” (31.5.1949). 

Los profetas fueron siempre rechazados y matados por el mismo pueblo judío. Y el Papa agrega: “Alégrense y regocíjense (Mt 5,12) dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa.” (GE1). 

Audaz en el riesgo

El carisma, espiritualidad y pedagogía schoenstattiana/kentenijiana son novedosas. Es una nueva manera de vivir y educar la fe. Busca unir orgánicamente naturaleza y gracia, causa primera y segunda, Dios y el hombre.

Dios es un padre audaz. La creación del hombre, haciéndolo libre, ya fue un riesgo. Caímos, pecamos y nos alejamos de Dios. Salvarnos de nuestro pecado le implicó otro riesgo más: hacerse hombre y entrar en la historia. Jesús, el hijo de Dios, lo afrontó. Fue un profeta que corrió suerte de profeta. 

Que Dios nos regale la vida a través de nuestros papás implica un riesgo. El año pasado el aborto era un tema en debate. Los sacramentos corren esos riesgos. Que Jesús se haga un pan vulnerable es un riesgo. Que el perdón de los pecados me llegue confesando mis pecados a un sacerdote, persona pecadora como cualquier otra, es también un riesgo.

El carisma del P. Kentenich sigue esa misma escuela, la de vivir arriesgadamente la fe hasta sus últimas consecuencias. Que el amor humano sea camino, expresión y seguro del amor divino conlleva sus peligros. Está claro que él corrió esos riesgos. Fue audaz en el riesgo. Caminó por la cornisa muchas veces: orfelinato, crisis de su juventud, casi no fue aceptado a su ordenación, Dachau, exilio, entre otros eventos. Su pedagogía, su vinculación profunda a las personas estaba llena de peligros también. Amar a las personas, a toda la persona, también implica riesgos. ¿Por qué sorprenderse de que alguien no haya podido comprenderlo? Fue una Hermana. Antes ya habían sido los palotinos. Toda su vida se sintió un incomprendido.

Ciertas sospechas se han levantado sobre su persona. Dios nos está sensibilizando en la persona del Padre y quiere que aclaremos más su historia, nuestra historia como familia de Schoenstatt mundial. Le agradecemos enormemente al P. Guillermo Carmona y a la Hna. Elizabet Parodi por las clases magistrales que nos regalaron detallando la historia de las visitaciones y el sentido del vínculo con el Fundador. Nos han ayudado a situarnos mejor en nuestra historia. 

La santidad como camino 

Los santos se fueron haciendo en el camino. No fueron santos desde pequeños. Dios tuvo que hacer con ellos un camino. El P. Kentenich vivió en primer lugar las gracias del Santuario. Se experimentó amado por María, seguramente por sus hermanos pallottinos, que acompañaron la fundación de Schoenstatt, por los primeros congregantes también y eso lo fue transformando. Lo fue sanando de las heridas que su historia le había causado. Lo sabemos, ¡y también nos costó saberlo! Fue hijo natural, hijo único, no reconocido nunca por su padre, separado a los 9 años de su madre para quedarse en un orfelinato, entró en los pallottinos porque tanto en el clero diocesano como en otras congregaciones más renombradas no iba a ser aceptado. Fueron heridas profundas, humillantes.

Lo que él mismo nos relata de su crisis de la juventud como crisis de escepticismo y búsqueda de la verdad, hoy a la distancia y guiados por la misma mentalidad kentenijiana, podemos darnos cuentas que no solo fue una crisis intelectual sino también afectiva.

Necesitamos mirar más kentenijianamente a Kentenich. Él fue también una persona con sus límites y sombras. Esto no quita nada de su santidad, sino que la acrecienta. Ver los límites de una persona y conjuntamente todo lo que Dios hizo con ella, nos habla más todavía del claro actuar de la gracia.

Estas palabras del Papa Francisco sobre los santos, nos iluminan también a nosotros, a la hora de hablar sobre nuestro Fundador: “Para conocer cuál es esa palabra que el Señor quiere decir a través de un santo, no conviene entretenerse en los detalles, porque allí también puede haber errores y caídas. No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo y que resulta cuando uno logra componer el sentido de la totalidad de su persona.” (GE 22)

Mientras tanto

Mientras se sucedían estas idas y vueltas en torno a nuestro Fundador, porque el amor de Cristo nos urge, la Obra de Familia Argentina tuvo su Jornada “Huerta Grande Virtual”. Encuentro lleno de vida, ambiente familiar y buen contenido donde se reunieron, virtualmente, alrededor de 900 matrimonios convocados bajo el lema “Amor familiar, semillas de esperanza para un nuevo tiempo”. Renovamos la coronación de María como Reina de la Obra de Familias y pusimos en sus manos todos nuestros desafíos: los de este tiempo de pandemia y aquellos propios de nuestra misión para la iglesia y el mundo actual.

Más unidos que nunca en el regazo de la Mater, en este tiempo impensadamente complejo, les envío saludos y bendiciones. Quedamos en eso, permanecemos fieles.


P. Pablo Gerardo Pérez
Director Nacional
Movimiento Apostólico de Schoenstatt Argentina