Carta de Alianza – Abril 2018

Carta de Alianza – Abril 2018

Hacia los nuevos tiempos

Queridos hermanos,

El año 1968 fue muy especial; marcó un hito en varias direcciones. Además del Padre Fundador, otras personalidades murieron ese año: el Padre Pío, Romano Guardini y Thomas Merton entre otros. Algunos cayeron víctimas de la violencia, como Martín Luther King, Bob Kennedy y muchos jóvenes en México.

Mientras los jóvenes se manifestaban en EEUU contra de la guerra de Vietnam, en abril de 1968 comenzaba en Checoslovaquia la “Primavera de Praga”, brutalmente pisoteada por los tanques soviéticos ingresando a la ciudad. El sueño de Dubcek de un “socialismo de rostro humano” y la libertad religiosa, que atrajo a tantos jóvenes, cayó por el suelo y quedó en el olvido.

Ese año, mi curso y yo estudiábamos en la Universidad de Münster, en Alemania. Miles de carteles expresaban el rechazo a la situación del mundo. Las fotos de Cohn-Bendit, el joven que en París rompía la tradicional cortesía francesa, y la de Rudi Dutschke, que en Berlín lideraba la juventud, aparecían por doquier. A Rudi le dispararon varias veces, pero no fueron tan eficaces como los que asesinaron, en esos mismos días, a Martin Luther King.

Fue en ese contexto que el 15 de septiembre de ese año, moría el fundador de Schoenstatt. Se percibía en el ambiente que algo nuevo quería nacer, muy distinto y con mucho desprecio por una sociedad construida por los mayores: “No confíes en nadie de más de 30 años”, rezaba su consigna.

Días antes de su muerte, el P. Kentenich había redactado su “Mensaje” póstumo. Su título reviste a la luz de estos acontecimientos un valor especial: “Alegres por la esperanza, seguros de la victoria, marchemos con María hacia los tiempos más nuevos”.

Lo que pretendían los jóvenes aquel año se expresaba en sus slogans: “La imaginación al poder”; “Seamos realistas, pidamos lo imposible”; “Queremos el mundo, y lo queremos ahora”; “Si no formas parte de la solución, formas parte del problema”.

No es posible entablar un paralelismo entre este deseo juvenil y la proclama del P. Kentenich. Pero había inquietudes comunes. También el Padre quería un mundo diferente, con elementos de utopía que servirían para poder seguir soñando, accesible a todos, con mayor solidaridad y fraternidad, que pusiese en jaque el fetichismo del dinero, el menosprecio de la mujer, la autoridad autoritaria y déspota, la incapacidad de amar. Había sin duda, también grandes diferencias.

La consigna del Fundador reclamaba la gran proclama del corazón: “Alegres por la esperanza”. La esperanza llevaba al convencimiento de un triunfo: “Seguros de la victoria”. Mirando hacia adelante para no convertirse en una estatua de sal: “Marchemos hacia los tiempos más nuevos”. Lo original estaba en la compañía, la figura femenina que despertaba admiración y atraía como nadie: “Con María”.

Para que esta proclama no quedara en enunciado, el Padre sugería caminos: ante un mundo derruido por las guerras, levantar la bandera del amor; ante un mundo de separaciones y grietas, construir puentes de vínculos; en lugar de la inhumanidad del dinero, poner la fuerza de la solidaridad, “solidarismo” lo llamaba él. Aun cuando otros quieran apagar la luz, encenderla cada vez más fuerte. No importa que otros pisen lo sembrado, importante es no resignarse: levantar los brazos en oración cuando estamos cansados y seguir apostando.

¿Qué quedaron de las proclamas de aquel 1968 en las calles de París y de Berlín? ¿Qué han quedado de las proclamas del Padre en aquel año? Es bueno meditarlo. Su bandera sigue en pie: “El amor es más fuerte y él todo lo puede”.

 

P. Guillermo Carmona